viernes, 7 de abril de 2023

Discurso de Ahmadou Ahidjo, presidente de la República Federal de Camerún, durante la primera cumbre de la Organización de la Unión Africana (OUA), mayo de 1963


Traducción: Ramiro de Altube

"Su Majestad Imperial,

Para dar la bienvenida a sus invitados que han viajado desde todos los horizontes de África, y sin duda para ser merecedores de esta cita histórica, Adís Abeba y todo el glorioso pueblo etíope a quién usted encarna, están embellecidos con la más pura y legendaria hospitalidad.

Usted nos has acogido a todos, siendo muchos, tal como somos, con el corazón y los brazos abiertos.

Permítame, después de los otros distinguidos JEFES DE ESTADO, expresarle a usted nuestros profundos sentimientos por esta bienvenida y decir lo agradecido que está nuestro pueblo, de quién traemos buenas noticias, que lo serán para usted por la agradable estancia que habremos pasado amistosamente en vuestra tierra.

Sus Excelencias,

Hemos venido a esta reunión extraordinaria en Adís Abeba con la convicción de que debe y marcará una gran etapa decisiva en nuestra marcha hacia la libertad y hacia la construcción de la Unidad Africana.

El concepto de Unidad es incuestionablemente la más noble y más profunda aspiración que permea y anima nuestro continente en la actualidad. En todo la historia de la humanidad, las poblaciones originales de África han sido las más sometidas al Extranjero, humilladas, divididas, explotadas.

Y así, para ellas, cualquier rehabilitación, su rehabilitación, nunca puede ser completa y total, hasta que y a menos que hayan reparado este trágico período de división impuesto por las conquistas coloniales. El simple prueba de ello es que esta aspiración a la Unidad ha figurado y continúa figurando en los programas de todos los partidos nacionalistas africanos que han luchado o están todavía luchando por la liberación de su territorio.

Esta demanda se ha difundido hasta tal punto que se ha convertido en un desafío a  escala continental que la historia nos obliga a aceptar. No podemos lógicamente denunciar al Extranjero por habernos dividido, ni podemos continuar quejándonos de esta división si, una vez convertidos en amos de nuestro destino, nos demostramos incapaces de restaurar esta Unidad.

A estas razones sentimentales hay que añadir otras más apremiantes, impuestas por la economía, por la técnica y la política, en una palabra, por las tendencias actuales en los asuntos mundiales.

¿Es por lo tanto un mero accidente que las dos mayores potencias mundiales de hoy, la China Continental y la India separada, sean también los dos mayores conglomerados de población, como resultado de la industria y potencial técnico? ¿Quién podría negar que los asuntos mundiales están influenciados, nos guste o no, por esta poderosa China con sus 650 millones de habitantes? ¿Es por casualidad que la propia Europa, consciente e impregnada por los asombrosos éxitos de nuestra era - que empiezan a escapársele - se haya, después de una voluntaria autoevaluación, embarcado en una febril trabajo de construcción que está en marcha a pesar de sus propios problemas?

En consecuencia, el sentimiento, la razón, el propio interés y, en última instancia, la supervivencia, todo ello impulsa a África a unirse si quiere que su voz sea escuchada en los consejos que determinarán el destino de nuestro planeta.

Definir este objetivo, es captar ipso facto la importancia de lo que está en juego, tomar conciencia de la naturaleza compleja de los hechos reales que están a la zaga del África de hoy y para todos los intentos y propósitos tomar recaudos de las dificultades que hay que superar si nuestro ideal es tener éxito y triunfar.

Debemos primeramente, como africanos, hacer un balance de esta África en marcha, percatarnos del camino recorrido en la libertad recuperada, y luego mantener el paso juntos sobre la distancia remanente que debemos cubrir, la cual será el factor determinante de nuestro progreso en este mundo actualmente peligroso, peligroso de tan lleno de obstáculos. En primer lugar, debemos tomar las precauciones indispensables para garantizar  cada posibilidad de éxito inicial: debemos, como siempre es el caso con los africanos, abrir nuestros corazones con franqueza, discusión leal y fraternal; debemos obtener el apoyo completo de todos los interesados, libres de cualquier pensamiento de ulteriores motivos, de cualquier desconfianza, ese veneno mortal que corroe siempre las organizaciones.

Estoy convencido de que no es una traición a nuestro ideal de unidad decir con pesar que el África de hoy, de una vez unida en su determinación de ser libre, revela sus divisiones al mundo; al menos en los actuales territorios libres. No se puede escapar al hecho de que tales cismas, incluso si no son necesariamente hostiles, han tendido a disminuir nuestros seguidores y entristecido a nuestros amigos, aquellos que tenían fe en nosotros y esperaban que nuestra aparición en el escenario internacional traería a su paso, junto con el sello de nuestra sólida unión, el mensaje de un nuevo mundo donde el odio y la oposición no existan, donde la amistad y el amor sean cultivados.

En esta coyuntura, eso es natural y espero que me permitan entonces, brevemente, echar un vistazo a nuestro presentes relaciones. 

Ningún plan puede ser avizorado para la construcción africana, por breve que sea, mientras, junto a nosotros, en la puerta de al lado de la nuestra, otros africanos, nuestros hermanos, están todavía gimiendo bajo el yugo de los más atrasados tipo de colonialismo, entre la espada y la pared, beneficiándose de la connivencia de los que no perdonan que la historia siga su curso normal.

Cómo puede uno finalmente hablar acerca de la Unidad Africana sin pensar en el rincón más al sur de nuestro continente donde se está gestando una de las tragedias más tristes que se puedan imaginar. Mientras la conciencia del mundo entero involucrada en esto, ya que constituye un desafío para los derechos del hombre, es sobre todo una desgracia sin nombre y un insulto a la dignidad de cada uno de los hijos de África.

Pero en realidad, ¿cómo aparecemos ante el mundo? A pesar de una tensa voluntad de unir, cuán diferentes somos en realidad! Diferentes culturas legadas por nuestros antiguos gobernios coloniales, cada Estado difiere en la manera en que obtuvo su libertad, difiere en su estructura económica o en la organización institucional de nuestras Naciones.

Diferimos también en las variadas amistades que hemos hecho y que no podían dejar de influir en nuestro comportamiento o nuestra forma de ver las cosas.

Como es generalmente el caso, hemos tenido diferentes acercamientos a los problemas fundamentales de nuestra hora; hemos tenido una visión imperfecta o incorrecta de la situación interna de nuestros vecinos. Incluso hemos tenido en algunas ocasiones desacuerdos. También hemos sido impacientes o demasiado entusiastas por ayudar, para bien o para mal.

En definitiva, todos estos factores nos han alejado de esta virtud básica que llamamos tolerancia, sin la cual ni la convivencia ni la cooperación son posibles.

Las duras realidades del África de hoy nos obligan, por tanto, a aceptarnos mutuamente tal como somos, a mantener ésto firmemente en mente y tratan de entendernos  unos a otros.

Planteando tales preguntas, incluso de esta manera preliminar por la cual pido vuestra indulgencia, mencionaré de pasada los problemas esenciales que nos incumben. 

El principio de unidad política es un concepto a la vez preciso y de amplio rango que, en realidad, recubre diversas realidades. Puede ser entendido desde una institucionalidad hasta una simple reunión consultiva e incluyendo acuerdos pactados.

Aparte de esto, en tales asuntos, tenemos necesidad de toda nuestra inteligencia, vigilancia y precaución. En ningún otra esfera necesitamos tanto tener cuidado con la prisa y el entusiasmo que son los productos naturales de nuestras actuales reuniones de camaradería.

Después de todo, el África moderna, nos ha proporcionado una amplia gama de experiencias desde hace algunos años, tan diferentes como instructivas, ya sea en el ámbito de base regional de los Estados puramente africanos como en el las relaciones con Estados no africanos. Nuestro continente, de hecho, está atravesando en la actualidad un período de intenso crecimiento. Al decidirnos de una vez por todas a construir esta Unidad, demos a esta evolución la oportunidad de trabajar y preservar a nuestros pueblos de las consecuencias inevitablemente nefastas de hechos que, aun inspirados en nuestra buena voluntad, podrían ser traumas para la marcha normal de tales evoluciones. La naturaleza y los acontecimientos son obstinados: no ceden fácilmente a las perturbaciones externas, sin dificultad.

Debemos ver las cosas a gran escala, tomando en cuenta todo lo de naturaleza similar que se está llevando a cabo en nuestro planeta. Los precedentes abundan. Una inspiración que es inteligente no puede dañar la originalidad a la que estamos tan profundamente sujetos y que tenemos que ofrecer al mundo. 

En acuerdo como estamos sobre los fundamentos, queda la cuestión de la forma que debe darse a nuestra Unidad. 

En primer lugar y por encima de todo, se trata de alternativas básicas. Debemos elegir entre principios políticos, también debemos elegir entre políticas económicas. En terrenos más técnicos, la cooperación parece más sencilla.

Ahora bien, para ser realistas frente al aspecto político que presenta África, que acabo de esbozar, la organización que podemos dar a la Unidad Africana ha de ser una altamente flexible.

Nos parece que cualquier forma rígida de institución sería prematura en esta etapa. Entonces, por el momento, no tengamos Federación ni Confederación. En nuestra opinión, sólo podría implicar 'fabricar' una ruptura completa con todo lo que existe actualmente.

Lo que debe institucionalizarse de inmediato es la reunión periódica completa de todos los Jefes de Estado africanos. Su tarea sería sopesar experiencias, decidir sobre alternativas, armonizar nuestras políticas, homogeneizar las decisiones que se tomen sobre los principales asuntos de trascendencia continental o que requieran una posición común a adoptar ante la opinión internacional. Naturalmente, como estaría configurada para África y los africanos, esta Conferencia sólo estaría integrada por Jefes de Estado o de gobiernos africanos.

La prueba de tal Unidad consistiría principalmente en la demostración de nuestra acción exterior, y especialmente en los foros internacionales. De ello se deduce que, una vez que la posición que adoptamos en las conferencias cumbre sea coordinada y consensuada, tenemos que establecer sobre una base oficial, institucional si es necesario, los grupos africanos que a menudo se forman sólo con propósitos consultivos dentro de los diferentes organismos internacionales, dentro de la ONU, organizaciones especializadas u otras.

Pero una vez más, si todo esto ha de ser duradero, tenemos que estar de acuerdo con ciertos principios básicos. Debemos aceptarnos unos a otros por lo que somos. Debemos reconocer la igualdad de todos nuestros estados, cualesquiera que sean y cualquiera que sea su tamaño o población; debemos aceptar la soberanía de todos y cada uno, su derecho absoluto a existir como Estado soberano de acuerdo con la voluntad de su pueblo. Esto implica absoluto respeto por los vecinos; esto implica abstenerse de intervenir en sus asuntos internos, de fomentar o tratar de mantener la subversión encubierta o abierta.

Incluso más, en el plano económico que en el político, la unidad africana será nuestra salvación. Frente a las actividades o a gigantescas y combinadas concentraciones que existen hoy en día o se están establecido, ¿cuál de nuestros países es capaz de defender sus intereses sin ayuda? Dependientes en general debido a las fluctuaciones de los precios mundiales, nuestras economías están luchando por ascender la ardua pendiente de desarrollo e industrialización. La comprensión de que estamos entre los marginados de lo que llamamos naciones en desarrollo, no alineadas, nos trae más que nunca la necesidad de que estemos organizados y unidos.

Es evidente que la suma total de nuestros productos, por primarios que sean, constituyen una parte considerable parte del consumo mundial total, y que la voz de un grupo como el nuestro tendrá un diferente sonido e implicará un peso diferente.

Ciertamente, no olvido que algunos de nuestros Estados ya han comenzado a establecer organizaciones de base puramente regional y de una naturaleza económica. 

Tampoco olvido que algunos de nosotros nos hemos suscripto a una Asociación con organizaciones económicas extraafricanas que reconoce los beneficios a corto plazo que se derivan en las etapas iniciales, que son particularmente críticos para nuestra economía. Este no es el lugar para acusar a nuestras políticas. 

La verdad es que tenemos que planificar con anticipación y tener una perspectiva a largo plazo. Estamos convencidos de que la diferentes experiencias en este campo, como en cualquier otro, son solo etapas en el arduo y difícil camino, el final del cual sólo alcanzaremos después de pacientes esfuerzos. Lo que necesitamos es perseverancia, comenzar por ensanchar y combinar los círculos concéntricos ya existentes: tenemos que alcanzar el final de la etapa.

En este campo, África, contrariamente a experimentos similares que han sido lanzados en otros lugares, está bien ubicada. Está sólo al principio de su industrialización. En consecuencia, puede evitar, de un solo golpe, las dificultades provocadas por los sacrificios, difíciles de aceptar, que nos obligan a renunciar a determinadas rutas comerciales o mercados que hasta la fecha han estado cerrados o protegidos. Por el contrario, la coordinación en nuestros planes de desarrollo pueden ayudar a los Estados a especializarse en la producción industrial y evitar, en la misma área económica que ha sido creada, la instalación de actividades competitivas.

Todo ésto postula la cooperación entre las uniones regionales existentes y el desarrollo de actividades económicas a una escala continental. Esto implica, sobre todo, un cambio de actitud y la determinación de obtener aquí, entre nosotros y sobre mejores condiciones, lo que frecuentemente importamos del extranjero en condiciones comerciales desfavorables.

La experiencia ha demostrado que difícil es lograr una rápida integración política. Y así, para poder mantener abiertas las posibilidades de tal organización para la cooperación económica, esta última podría ser incorporada en un tratado separado.

A pesar de los puestos de avanzada que aún quedan aquí y allí, la descolonización ha ganado el día. Ahora nosotros embarcamos en otra gran batalla que dejará su huella en la segunda mitad del siglo XX: la liberación económica de los países en desarrollo del mundo no alineado.

Esto es precisamente lo que se realizó en la 17ª Sesión de la Asamblea General de las Naciones Unidas cuando volvió su atención a las posibilidades de una conferencia internacional de comercio. Es natural, por lo tanto, que África deba también movilizar y preparar sus fuerzas: en verdad, tiene mucho en juego.

Nuestro continente puede afirmar que ha hecho una mayor contribución a la prosperidad del mundo, no sólo con sus materias primas sino con el sudor y la sangre de sus hijos, enriqueciendo otras partes del mundo donde colosales fortunas y gigantescos poderes agrícolas e industriales han sido desarrollados. 

Lo que reclamamos ahora no es una reparación ilusoria e imposible del pasado, sino una justa remuneración por nuestros productos primarios y la estabilización de precios. Lo que demandamos es un reajuste de los términos del intercambio que sólo perjudican a un lado, a nosotros mismos. Tiene que ser entendido, además, en acuerdo con nuestros otros socios entre las naciones en desarrollo que estamos decididos a no dejar que este estado de cosas continúe sin discutirse. 

Finalmente, esta época en la que vivimos ha demostrado que nuestras relaciones, a pesar de nuestra buena voluntad y deseo de unidad, no han sido siempre transparentes. Esta Organización que habremos establecido sería rápidamente amenazada por la desintegración si no proporcionara al mismo tiempo la maquinaria para resolver las diferencias que pudieran surgir entre sus miembros. Hay ejemplos en esta esfera de los que podemos hacer uso para nuestro beneficio mutuo.

Ya existen órganos judiciales, como la Corte Internacional de la que nuestros Estados son parte. Podría establecerse una Comisión de Conciliación para tomar conocimiento de nuestras disputas internas y dar una instrucción inicial. 

Las diferencias que la Comisión de Conciliación no haya logrado resolver serían llevadas ante la Corte Internacional de Justicia de La Haya. 

Queda también la cuestión de la cooperación en esferas distintas a la política y la económica. Acabo de hablar de eso. Existen dentro de los grupos ya instalados organizaciones especializadas para la defensa, el transporte o las telecomunicaciones. A falta de una fusión de estos que, en la actualidad, parece difícil o simplemente prematura, podríamos prever una consulta periódica entre juntas de gestión o ejecución para lograr la posterior coordinación y unidad.

De esta manera, iniciaremos en todos los campos una estrecha y progresiva cooperación entre nosotros, lenta pero efectiva, hacia el logro de una Unidad que habrá sido   sólidamente construida, eso habrá dado tiempo para que los diferentes experimentos en proceso de maduración fructifiquen por sí mismos y encontrar la norma que conduzca a su destino inevitable.

Sus Excelencias,

Dos escuelas de pensamiento, surgidas de una civilización que ha sido marcada con la dureza del acero por la mecanización total, están agarrando el mundo como las dos mandíbulas inexorables de un monstruo, amenazando con asfixiarlo, sino aplastarlo, incluso pulverizarlo. ¿No vive el mundo entero, en la actualidad, con permanente temor ante la vista de este cielo resplandeciente con los flashes ominosos que anuncian que, la total aniquilación, está, de aquí en adelante, al alcance del hombre y de sus caprichos? Que extraña ironía, ese asunto, que de repente nos revela, mediante nuestra lucha para desarticularla, que estamos deslizándonos, imperceptiblemente, por la pendiente de nuestra propia autodestrucción.

Por eso África debe testimoniar ante la opinión mundial. Por eso la voz de África tiene que ser escuchada, la voz que proclama con tonos sugestivos su amor por la humanidad, que nos recuerda que la emoción más sofisticada sobre la tierra no es simplemente aquella que despierta el choque de las armas.

Después de mucho sufrimiento, esfuerzo y paciencia, África finalmente toma su lugar en la mesa familiar. Es el tiempo de dejar constancia de nuestro lamento por los asientos vacíos que esperan a quienes todavía están retenidos por el Extranjero.

Pero ya estamos llenos de esperanza por la convicción de que pronto ellos estarán presentes junto a nosotros y con nosotros para construir África, nuestra madre patria.

Pueda Dios iluminarnos a todos, y que los frutos de nuestro trabajo sean tales que son sean aclamados por las generaciones venideras como una importante contribución a la construcción de un mundo en el cual nuestro continente tenga su correspondiente y merecido lugar."


Tomado de: "SPEECHES & STATEMENTS MADE AT THE FIRST ORGANIZATION OF AFRICAN UNITY (O.A.U) SUMMIT", en www.au.int


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