jueves, 30 de marzo de 2023

Discurso de Sékou Touré, presidente de la República de Guinea en la primera cumbre de la OUA, Adís Abeba, mayo de 1963


Traducción: Ramiro de Altube

"En la historia de los pueblos africanos - la viva demostración de vitalidad, consecuencia de las múltiples actividades de nuestras sociedades que están constantemente en búsqueda de libertad y felicidad - esta Conferencia de Jefes de Estado o de Gobierno resaltará como una de las afirmaciones de su destino común, uno de los momentos solemnes en que ellos afirman su existencia y su articulación y firme determinación de poner un final al reinado del colonialismo arbitrario para eliminar las causas y los medios ilegítimos de subordinación del pueblo de África y de la riqueza material y moral de África a intereses ajenos y fines inhumanos.

Addis Abeba se convierte en un momento de esta historia, un punto de referencia con una fecha, un cambio cualitativo en el mundo africano. Este momento es aquel de la descolonización completa de África, de sus hombres y de sus estructuras económicas y sociales, militares y culturales, morales y espirituales. Este punto de referencia es también aquel de una era de más intensa actividad creativa, por parte de las naciones africanas, más efectiva por estar más unificada, dirigida a lograr un avance más rápido a través de la completa rehabilitación de sus pueblos, de su civilización común, de sus valores humanos y de su cultura.

Etiopía es un gran pueblo, un pueblo africano que ha luchado valientemente por la independencia de África, por la preservación de la libertad y el ejercicio normal del derecho de nuestros pueblos a guiar su destino sin control o interferencia extranjera y a manejar sus propios asuntos con completa soberanía.

Dado que esta Conferencia Africana se celebra en la capital etíope, Addis Abeba y Etiopía han quedado todavía más estrechamente vinculados a la historia africana; están, a partir de ahora, en el medio de este curso ininterrumpido de acontecimientos y hechos que son concientemente inducidos y guiados por los pueblos de todo un continente, en consonancia con su comprensión de los problemas y su deseo de progreso.

En Berlín, en 1885, los Estados europeos con su desarrollo económico anárquico, motivado por un sentimiento arbitrario de poder y de expansión horizontal de una civilización, procedieron a dividir África que entonces se consideraba como un pastel. Pero en mayo de 1963, en Adís Abeba, ciudad de libertad, los representantes cualificados, los auténticos y dignos hijos del pueblo africano, se reunieron, bajo la bandera de su conciencia de su destino común y fidelidad a su personalidad y al carácter original de su patria. África - esta vez para emprender, legal y legítimamente, la reunificación de sus Estados en una sola y única Carta Constitutiva, la Carta de su hermandad, de de sus derechos e intereses a ser defendidos y desarrollos, la Carta de su solidaridad en adelante indomable, la Carta de libertad, paz, justicia y progreso en África.

La Conferencia de Addis Abeba no se limitará a la solución de los problemas corrientes de África; es consciente de que África forma parte del mundo y se ocupará, con razón, de todos los problemas internacionales que afecten, directa o indirectamente, las condiciones de vida, seguridad, paz y progreso de la humanidad.

ALGUNOS DE LOS FUNDAMENTOS DE LA UNIDAD AFRICANA

La unidad africana se ha convertido en una profunda aspiración común a todos nuestros pueblos. Las condiciones para la rápida consecución de este objetivo han demandado la atención y movilizado masivamente las energías y habilidades de nuestros distintos Estados, nuestros partidos, nuestros sindicatos, nuestras asociaciones de intelectuales, de mujeres, de jóvenes y de todas las organizaciones que agrupan a los hombres serios de África.

La unidad africana tiene sus adherentes convencidos y sus adversarios decididos. Aunque constituye un medio decisivo que habilita a los pueblos y Estados africanos a acelerar el movimiento de la emancipación africana, constituye al mismo tiempo una poderosa fuerza antiimperialista y anticolonialista, un instrumento de combate de nuestros pueblos contra las causas de su pobreza y de su atraso económico y social.

Debido a las vastas perspectivas de progreso que permitirán a África alcanzar condiciones rápidas y efectivas, la unidad africana está siendo objeto de una resuelta oposición, de diversas maneras, por parte de todas las potencias y grupos de interés hostiles a la liberación total de África, a la organización racional y dinámica de sus recursos económicos y culturales, y a la inteligente participación de África, buscando con sus continentes hermanos en dignidad, soluciones justas a los problemas internacionales.

Mediante la subversión, mentiras, corrupción y presiones de todo tipo, los enemigos del progreso africano están influenciando directamente la vida africana con el objetivo, si no de impedir la consecución definitiva de la de la unidad africana, al menos diferirlos por el mayor tiempo posible. Por ello, los fundamentos de la unidad africana deben ser conocidos por todos aquellos que sinceramente deseen trabajar hacer realidad una nueva África.

Filosóficamente hablando, tanto si un hombre es negro, blanco, amarillo o rojo, él es igual a cualquier otro hombre, que obedece a las mismas leyes del desarrollo humano y tiene el mismo profundo deseo de una vida libre y feliz, de seguridad y de desarrollo contínuo. Dado que no existe la propagación humana espontánea, uno se ve obligado a concluir que, de generación en generación y por virtud de las leyes de multiplicación de la humanidad, todos los hombres, sean quienes sean ellos, están directamente vinculados con todos los otros hombres de la Tierra. De ahí que las diferencias entre los hombres, entre sus habilidades y potencialidades, no provengan de una diferencia de naturaleza, sino únicamente de la diferencia que existe entre las condiciones de vida humanas. De acuerdo a si éstas son buenas o malas el hombre puede desarrollarse física, intelectual y moralmente de manera continua, o bien puede permanecer privado de todas las posibilidades de desarrollo pleno. Lo que es cierto para el hombre lo es también para la sociedad, desde que la sociedad no es más que agrupamientos o personas que actúan en el contexto de determinadas comunidades, ya sean familiares, de aldea, regionales o nacionales, etc.

En ese nivel, el nivel de las sociedades humanas, encontramos de nuevo, aunque en términos más complejos, por supuesto, los mismos problemas económicos, sociales, económicos y políticos que condicionan la vida del individuo. La igualdad natural entre los hombres, derivada de la similitud fundamental de su conducta básica, determina también las actitudes de las sociedades hacia los fenómenos naturales y hacia las relaciones humanas que se establecen en ellas. Si no hay hombres superiores y hombres inferiores no puede haber algunas sociedades humanas superiores y otras sociedades humanas inferiores. La igualdad de las naciones es una consecuencia de la igualdad humana. Ninguna nación tiene el monopolio del genio humano, la inteligencia o la capacidad física necesaria para mejorar la suerte de la humanidad. Todas las naciones, sea cual sea el color o la religión de sus pueblos, cualquiera que sea el clima del país en el que viven, sea cual sea el tamaño de su economía, forman parte de la humanidad. El genio creativo humano, la facultad humana de entendimiento y la capacidad de realización, permanecerán indistintamente distribuidas entre las naciones y ejercidas por cada una de ellas. Sin embargo, se han realizado esfuerzos para  convencer a la humanidad de que una inferioridad natural caracterizaba al hombre africano y particularmente al hombre negro. Para justificar la vergonzosa explotación de un pueblo por otro pueblo. Se creó la idea de una jerarquía de sociedades en cuya cúspide estarían las naciones europeas, y en la base, llamada a soportar cargas inhumanas, estarían las naciones africanas. Cuyo retraso con respecto a los recursos materiales es deliberadamente confundido con una indicación de su incapacidad natural e inferioridad.

¿No es la unidad africana el medio para que los pueblos africanos aseguren su presencia no en la base de una pirámide construida a través de la acción arbitraria y la injusticia, sino sobre una posición de igualdad con los otros pueblos de todos los demás continentes en la conducción de los asuntos mundiales?

En el curso de su historia, todos los países africanos han experimentado la dominación extranjera, que obstaculizó el desarrollo normal de su civilización, de su personalidad y de su cultura y que, además, fomentó la explotación intensiva de sus riquezas y de sus pueblos para el beneficio de los intereses extranjeros. Cientos de millones de hombres murieron en las guerras coloniales, en trabajos forzados, la esclavitud, la deportación, etc... La colonización destrozó la mayoría de los sólidos fundamentos de la unidad nacional que habían existido en África. El continente esclavizado, colocado en condiciones incompatibles con un desarrollo normal de sus pueblos desarrollo normal para sus pueblos, vio reducido y pervertido el rol de sus pueblos hasta el punto de ser identificados con el de bestias de carga o meras mercancías o materias primas, aptas, cuando se utilizan, para asegurar la felicidad de unos pocos usurpadores en los otros continentes. Al robarnos la libertad y dignidad, la colonización nos privó del florecimiento potencial de nuestra personalidad, del desarrollo de nuestra civilización y nuestra cultura. Cada uno de nuestros pueblos resistió la penetración colonial y, posteriormente, a la explotación y la opresión coloniales. Cada uno de nuestros pueblos luchó y aceptó todos los sacrificios esenciales para recuperar su libertad.

Hoy en día, la mayoría de los países han sido liberados y han desarrollado estados cuyas preocupaciones son todavía las mismas. Ellos tienen que erradicar de su condición presente la consecuencia de la dominación extranjera, el espíritu de irresponsabilidad, las causas del sufrimiento social, y restituir a África, y para África, todas las estructuras y recursos legadas por el sistema colonial: proporcionar una base política y moral para la acción unificadora de sus pueblos, así como facilitar la reconstitución, sobre una base objetiva, sólida y eficiente, de Estados cuya acción moderna y dinámica promueva el progreso social y humano y facilite una mayor cooperación en África y a nivel internacional.

¿No es la base esencial de la unidad africana que se va a construir, ésta conciencia creciente por parte de nuestros pueblos, de la identidad de los destinos que ellos han experimentado en el pasado, que tienen en el presente y que necesariamente tendrán en el futuro? Así pues, la unidad africana es un factor esencial en la valía humana de cada africano y en el avance político y económico de cada nación africana. Porque, en efecto, la indignidad, la incapacidad, el tutelaje y la inferioridad fueron, para un pueblo explotado y oprimido por otro pueblo, las consecuencias de su estado de irresponsabilidad en la conducción de sus propios asuntos.

El hombre más culto, inteligente y bienparecido del mundo, no obtendría ninguna ventaja de de esas cualidades si perteneciera a una sociedad colonizada, a un pueblo desposeído y dominado por un Estado extranjero que considera a su pueblo como un objeto al que hay que cobrar impuestos y poner a trabajar sin miramientos. Ese hombre permanecería "inferior" a pesar de sus potencialidades y habilidades; seguiría siendo todavía objeto de tutelaje, una persona incompleta por estar privada de la base esencial de todo equilibrio humano, la libertad y la responsabilidad.

La independencia nacional es para ese hombre lo que la unidad africana es para cada una de nuestras naciones, y lo que la fertilidad del suelo es para un árbol.

En efecto, ninguna de nuestras naciones tomada aisladamente podría representar válidamente a África o rehabilitar completamente sus pueblos. La civilización africana, la cultura africana, en una palabra el humanismo africano: la contribución de África a la vida de la humanidad, demanda de todos los pueblos africanos su conciencia inteligente y su acción unida en la obra de construcción de la felicidad universal.

Si permanecieran desunidos, desgarrados por los conflictos, incapaces de organizarse ellos mismos y de resolver los problemas fundamentales de nuestro continente, los Estados africanos no tendrían otra oportunidad que cantar las alabanzas de la libertad sin ser capaces de disfrutarla, y esperar por una vida de dignidad y responsabilidad sin llegar a alcanzarla plenamente.

La identidad de las condiciones de vida que marcaron el pasado, que marcan el presente y marcarán el futuro de los pueblos africanos demanda que los Estados africanos tengan que coordinar sus actividades para el logro de objetivos libremente elegidos por ellos, de acuerdo con su deseo conjunto de progreso democrático y justicia social.

Si la unidad africana puede garantizar a los Estados africanos un balance más armonioso y la participación de África en la construcción del mundo sobre fundamentos justos, igualitarios e interdependientes, ésto hará una segura contribución a la institución y al mantenimiento de un real equilibrio internacional, un equilibrio que promoverá la justicia y fortalecerá la fraternidad entre las naciones; los enemigos de la unidad africana, conscientes de la pertinencia de estas concepciones morales, filosóficas e históricas, de la legitimidad de nuestra aspiración a esta unidad, están sembrando por todas partes el pensamiento de que tal logro sería imposible. Hablan de las diferencias entre los sistemas políticos y sociales de los Estados africanos. Acentúan la diversidad de costumbres, la diversidad de nuestra riqueza económica y cultural y, sobre todo, la diversidad de nuestros medios de expresión, y concluyen demasiado apresuradamente, que los Estados africanos son incapaces de superar todos estos factores que describen como contradictorios.

La Conferencia de Addis Abeba debe desmentir rotundamente estas predicciones que sólo pretenden profundizar la división e incluso hacer que África sea incapaz de dirigir efectivamente su destino.

Los pueblos de Europa, Asia y América que han constituido unidades continentales, ¿han adoptado las mismas costumbres, las mismas formas de vida, el mismo sistema político y social? ¿Hablan la misma lengua? ¿Son sus sistemas económicos los mismos? No lo creemos. Su mérito reside precisamente en el hecho político que les ha permitido trascender la diversidad que caracteriza sus sistemas políticos, económicos y sociales, estableciendo comunidades más amplias en las que la coordinación de sus actividades, con el propósito de desarrollar rápida y armoniosamente su personalidad y sus valores comunes, está consistentemente asegurada. ¿Por qué Europa debe ser capaz de construir la unidad europea, adoptar objetivos políticos, económicos y sociales que aseguren la igualdad de sus naciones entre sí y el respeto de las instituciones y la personalidad de cada una de sus naciones? ¿Por qué los países americanos, que tienen diferentes instituciones y lenguas, deben ser capaces de desarrollar vastas comunidades políticas, económicas y culturales, y por qué África debería ser incapaz de tal hazaña?

Llegar a la conclusión de que la Unidad Africana es imposible de lograr equivale a justificar las injustas y humillantes convicciones de los enemigos de África que, a lo largo de la historia, han tratado de convencer a la humanidad de que hay pueblos superiores e inferiores.

En consecuencia, pensamos que aquí confluyen razones filosóficas y políticas con concepciones dinámicas de una revolución económica de África. Si efectivamente, la independencia y la unidad son esenciales para la expresión de la voluntad de nuestros pueblos y la condición de su rápido desarrollo, la independencia y la unidad africana no se convierten automáticamente en un fin en sí mismo que debe alcanzarse de una vez por todas. Más bien ambos siguen siendo medios a nuestra disposición, medios cuyo uso consciente para alcanzar nuestros más altos objetivos, traerá felicidad, seguridad, equilibrio y paz a nuestros pueblos. Es obvio que el desarrollo económico no es posible para un pueblo que no goza de libertad de acción, así como tampoco es posible un desarrollo social y humano consistente para un pueblo económicamente desfavorecido.

Todos los Estados africanos han optado de forma más o menos dinámicamente por la emancipación completa de África. Dado que el objetivo final de sus acciones es el mismo y que el carácter que subyace a su desarrollo es idéntico. Es muy natural que la conciencia de nuestros Estados se eleve para responder a las dimensiones y requerimientos de la misión que se han fijado a sí mismos.

El establecimiento de un mercado común africano, la industrialización de África, la puesta en común de sus recursos, la armonización y la racionalización de nuestros esfuerzos para evitar contradicciones y de nuestros esfuerzos para evitar contradicciones y solapamientos, son el resultado de elecciones idénticas hechas por nuestros Estados, elecciones que exigen una actitud realista y honesta por parte de nuestros gobiernos.

Estamos decididos a construir la felicidad de nuestros pueblos, a cooperar con otras naciones en la construcción de un mundo más próspero, más leal y más humano.

Sabemos que el presente no es más que una prolongación del pasado y que el futuro feliz hacia el que nos esforzamos será el fruto de nuestras actividades creativas. La nueva naturaleza de la posición africana y las progresistas y profundamente humanas cualidades de las condiciones de la vida política, económica, social y cultural de nuestros pueblos, emergerán de la puesta en común y la armonización de nuestros esfuerzos de desarrollo.

Descartando la asimilación e intentando asegurar, por y a través de nosotros mismos, el desarrollo equilibrado y dinámico de nuestros pueblos y el crecimiento contínuo de sus medios de existencia digna, nuestros Estados deben organizarse lógica y metódicamente. Dado que los objetivos de la emancipación elegidos por nuestros Estados son justos, legítimos y realizables, la calidad de las nuevas estructuras que se establezcan para promover de una manera concreta la cooperación directa entre nuestras naciones hermanas, la buena fe, la actitud leal y firme de nuestros gobiernos en la aplicación de las decisiones que la conferencia nos permita formular, constituirán los factores de nuestro éxito general en el trabajo común emprendido en nombre y para el beneficio de nuestros pueblos.

África se da cuenta de que está atrasada en los campos económico, técnico y científico y que este atraso afecta su situación social y su vida cultural. Nuestros Estados, nuestros partidos políticos, nuestros sindicatos, nuestras organizaciones diversas ya han conseguido mucho pero - y ésto debemos reconocerlo - a menudo les ha faltado espíritu de organización y método en el cumplimiento progresivo de las tareas esenciales para el logro de los objetivos establecidos.

La utilidad de nuestros debates actuales dependerá. De la importancia y la eficiencia de las organizaciones que estableceremos para garantizar el funcionamiento regular del nuevo edificio unitario que deseamos construir.

La conferencia debería elaborar y adoptar una Carta, establecer sus principios y sus objetivos fundamentales e instalar una secretaría ejecutiva responsable de coordinar las actividades de nuestros Estados.

Sería perjudicial para el honor de África y para el éxito de nuestras iniciativas panafricanas si la conferencia se limitara a preparar mociones, resoluciones o declaraciones sin también definir claramente los medios prácticos a través de los cuales ellos tendrán éxito en las condiciones adecuadas. No basta con saber y decir lo que quieren los pueblos africanos, a partir de ahora debemos lograr el objetivo de nuestras opciones estatales, lograr el éxito mediante una organización efectiva y una acción dinámica de las profundas aspiraciones y las causas justas que nuestros pueblos defienden.

La Carta de Casablanca y la Carta de Monrovia fueron intentos de unidad africana y medios para acelerar el proceso histórico de África.

Las distintas Juntas de Exportación adoptarían los siguientes principios:

- Cada Junta sería establecida para un producto concreto, admitiendo sólo aquellos Estados que produzcan el producto en cuestión, a cada Estado sería otorgada un porcentaje proporcional con su producción.  

- Los Estados comprendidos unificarían sus derechos e impuestos, así como las reglamentaciones que rigen para el producto en cuestión. Esta unificación debería realizarse por etapas y con gran flexibilidad para permitir una adaptación progresiva.

- La Junta tendría poderes de muy amplio alcance con respecto a comercialización y venta, y podría estimular o restringir la producción nacional en interés del comercio y del mantenimiento de los precios. Funcionaría como una cooperativa de Estados productores.

Los mismos principios podrían también conducir a la creación de Juntas Africanas de Importación, que podrían ordenar pedidos globales a las industrias extranjeras para un determinado producto.

Podría establecerse una Junta Africana del Automóvil que, al hacer pedidos al por mayor, podría obtener precios mucho más ventajosos de las firmas en cuestión para el comprador africano. Lo mismo aplicaría a otros productos traídos a África.

Gracias a su poder de compra, estas Juntas de Importación podrían negociar con los grandes fabricantes internacionales en igualdad de condiciones y arreglar más fácilmente el establecimiento en África de plantas de ensamblaje, o incluso de producción, mediante la racionalización del comercio y la estandarización de los modelos.

De esta manera, en lugar de esperar demasiado de los países ricos, África podría hacer sus propias inversiones y pondría en marcha sus propias industrias.

Trabajando sobre esta línea, un Mercado Común o una Unión Económica serían totalmente beneficiosos para África. Nos corresponde a nosotros convencernos de ésto.

Estos medios deben estar combinados en una única Carta, la Carta del África Unida.

Esta nueva Carta debería, a través de su contenido, ser congruente con las nuevas exigencias del desarrollo del continente africano.

La Carta constituirá, a través de la comunidad de propósito que establecerá para nosotros, una estructura y una fuerza motivadora para nuestra acción nacional e internacional al servicio de nuestros pueblos.

Marcará un punto de inflexión en el desarrollo de nuestro continente y una base común que llevará exitosamente a un final al movimiento por la descolonización de África y sus realidades humanas, económicas y sociales.

África para los africanos es África reconstruida sobre bases auténticamente africanas por el pueblo pensante de África para la libertad y el bienestar físico y moral de las masas africanas.

La unidad africana no será construida alrededor de un hombre, ni alrededor de una nación, ni de una religión, sino alrededor a esta Carta, que será en sí misma un programa justo y dinámico, racional y realista.

La unidad africana no debería significar que las instituciones de nuestros Estados devengan estandarizadas o se conviertan en la extensión de algún bloque económico, ideológico o militar extranjero.

La unidad africana crecerá un poco cada día a partir de ahora; será una creación continua, un trabajo irreversible que unirá a todas las generaciones futuras con la generación que puso la piedra fundacional de la unidad en Addis Abeba. 

Todo lo que pueda ser hecho en Addis Abeba debe hacerse porque el futuro nos traerá nuevos y ciertamente más complejos problemas.

En lo que respecta a la representación africana en las Naciones Unidas y sus agencias especializadas, será suficiente señalar que el contexto mundial de la Conferencia de San Francisco hace tiempo que está pasado de moda, que la idea de las Grandes Potencias que prevalecía en 1945 ya no se mantiene en nuestra época, por lo tanto es necesario revisar la Carta de las Naciones Unidas, situarla sobre una base justa, reconociendo a nuestros continentes el derecho al lugar que les corresponde.

A África sólo le queda coordinar su acción en las Naciones Unidas para estimular su efectividad. En el sector económico, más que en ningún otro, África ha pagado demasiado caro asegurar la felicidad de otros continentes. Sólo debemos concebir la necesaria coordinación de nuestros medios y luego la mejora de nuestras relaciones con el resto del mundo sobre bases unitarias. El establecimiento de un mercado común africano, o de agrupamientos económicos africanos, debería ser la preocupación de nuestros Estados cuya complementariedad no puede ser denegada.

El establecimiento de un Banco Africano de Desarrollo será la piedra angular de esta organización económica.

En definitiva, una conferencia económica a nivel continental precedería a la gran reunión de nivel mundial cuyo propósito es definir las bases de la cooperación económica internacional, a la que África ya no asistirá como el pariente pobre sino, por el contrario, como una potencia con un potencial inestimable que podría contribuir al patrimonio común de la humanidad.

Para reconstruir nuestra cultura que contiene mil y una virtudes, y para permitir que África desempeñe su papel de la cooperación científica, deberíamos elaborar un programa concreto y completo de educación general y técnica.

Con este espíritu, la Conferencia debería apoyar unánimemente apoyar la excelente sugerencia de Su Majestad Imperial el Emperador referida al establecimiento de universidades africanas, cuya misión principal sería recoger, desarrollar y diseminar los elementos auténticos de la cultura africana. En lo que respecta a la descolonización, debemos terminar con las declaraciones de intenciones y liberar efectivamente por nuestros propios medios aquellas partes de África que aún están bajo dominación: lucha política y diplomática, boicot económico a las potencias coloniales atrasadas. Finalmente, es esencial que esta Conferencia establezca una fecha límite para la dominación extranjera en África en la que nuestras fuerzas armadas deben intervenir directamente en la legítima defensa del continente africano contra los agresores.

De manera similar, la Conferencia debería establecer un fondo de liberación nacional y nosotros  proponemos formalmente que cada Estado africano independiente contribuya al fondo con el 10% de su presupuesto nacional en el comienzo de cada año financiero.

La Conferencia debería enviar una delegación de Ministros de Asuntos Exteriores:

1. que presente ante el Secretario General de las Naciones Unidas las conclusiones de esta Conferencia con respecto a la descolonización

2. que solicite que el Consejo de Seguridad convenga en considerar, con miras a encontrar soluciones urgentes:

a. el reporte del Comité de Descolonización relativo a los territorios africanos aún bajo dominación portuguesa;

b. el reporte del Comité de las Naciones Unidas sobre la política de apartheid de Sudáfrica.

Al final de su magistral declaración, que tuvo el gran mérito de delinear claramente el contexto de la Carta Africana a la que todos aspiramos, Su Majestad el Emperador HAILE SELASSIE se preguntó si la historia recordaría la Conferencia de Addis Abeba por su éxito o por su fracaso.

La respuesta a esta pregunta depende únicamente de los treinta y un Jefes de Estado reunidos en este salón. 

Por nuestra parte, la única respuesta requerida por el mandato categórico que el pueblo de Guinea nos ha dado es al mismo tiempo muy simple y muy clara: "Debemos hacer todo lo que podamos, aceptar todos los sacrificios, sean cuales sean, para asegurar que la Conferencia de Addis Abeba se dirija a un resultado completamente exitoso, para que pueda ser recordada por todos nuestros pueblos hoy y por las generaciones futuras por haber marcado el nacimiento de una nueva África, una África siempre unida y de ahí en adelante dueña de su destino".

Por esta razón, invitamos a nuestros hermanos Jefes de Estado africanos presentes en esta Conferencia a comprometerse solemnemente aquí a que no dejarán Addis Abeba sin haber dado a África una organización en acuerdo con las esperanzas de nuestros pueblos, una organización definida en una Carta y guiada por un Secretariado permanente.

La historia de África, el destino de nuestros pueblos se desarrolla día a día. La vida de un hombre se cuenta en décadas; la vida de África no tiene fin. La trayectoria que África debe tomar no tiene límite, cada generación recibe del pasado una herencia que está obligada a devolver enriquecida a su vez. 

No cabe duda de que nuestra generación contará entre sus virtudes las decisiones que sean tomadas por la Conferencia y la suma de inteligencia, devoción y sacrificios, y el valor de un compromiso incondicional que asumirá para honrar a África, tanto para hacerla feliz y fuerte como para rehabilitarla devolviéndole su libertad, su unidad y la clave del progreso democrático de sus pueblos.

Por la paz y la amistad y cooperación internacionales. Por el progreso de África.

Larga vida a la unidad de África."

Tomado de "SPEECHES & STATEMENTS MADE AT THE FIRST ORGANIZATION OF AFRICAN UNITY (O.A.U) SUMMIT", en www.au.int


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Llamamiento a la reunión fundadora del Rassemblement Démocratique Africain (RDA), septiembre de 1946 (traducción)

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