"Sus Excelencias, Colegas, Hermanos y Amigos,
En la primera reunión de Jefes de Estado africanos, en la que tuve el honor de ser anfitrión, sólo había representantes de ocho Estados independientes. Hoy, cinco años después, nos reunimos como representantes de no menos de treinta y dos Estados, los invitados de Su Majestad Imperial, Haile Selassie, el primero, y del Gobierno y el pueblo de Etiopía. A su Majestad Imperial, deseo expresar, en nombre del Gobierno y el pueblo de Ghana, mi profundo agradecimiento por la más cordial bienvenida y generosa hospitalidad.
El incremento en nuestro número en este corto espacio de tiempo, es abierto testimonio de la indomable e irresistible oleada de nuestro pueblo por la independencia. Es también símbolo de la velocidad revolucionaria de los acontecimientos mundiales en la segunda mitad de este siglo. En la tarea que tenemos por delante de unificar nuestro continente debemos encajar en ese ritmo o quedarnos atrás. La tarea no puede estar sujeta al ritmo de otra época que no sea la nuestra. Quedar atrás en este momento sin precedentes de acciones y acontecimientos de nuestro tiempo será un fracaso, nuestra propia perdición.
Un continente entero nos ha impuesto un mandato de establecer los cimientos de nuestra Unión en esta Conferencia. Es nuestra responsabilidad ejecutar este mandato creando aquí y ahora la fórmula sobre la que la superestructura requerida pueda ser erigida.
En este continente no nos ha tomado mucho descubrir que la lucha contra el colonialismo no termina con la consecución de la independencia nacional. La independencia es sólo el preludio de una nueva y más comprometida lucha por el derecho a dirigir nuestros propios asuntos económicos y sociales; a construir nuestra sociedad de acuerdo con nuestras aspiraciones, sin los obstáculos devastadores y humillantes de los controles e interfencias neocolonialistas.
Desde el comienzo hemos estado amenazados por la frustración allí donde el cambio rápido es imperativo y por la inestabilidad donde el esfuerzo sostenido y el gobierno ordenado son indispensables.
Ningún acto esporádico ni ninguna resolución piadosa pueden resolver nuestros problemas presentes. Nada será de utilidad excepto la acción unida de una África unida. Ya hemos llegado a la etapa en la que debemos unirnos o hundirnos en la condición que ha hecho de América Latina la presa involuntaria y en peligro, del imperialismo después de un siglo y medio de independencia política.
Como continente hemos emergido a la independencia en una época diferente, con el imperialismo fortalecido, más despiadado y experimentado, y más peligroso en sus asociaciones internacionales. Nuestro avance económico demanda el fin de la dominación colonialista y neocolonialista en África.
Pero así como comprendimos que la configuración de nuestros destinos nacionales exigía de cada uno de nosotros nuestra independencia política y orientar todo nuestro empeño a este logro, también debemos reconocer que nuestra independencia económica reside en nuestra unión africana y requiere la misma concentración que el éxito político.
La unidad de nuestro continente, no menos que nuestra independencia diferenciada, se retrasará - si es que no la perdemos - por codearnos con el colonialismo. La Unidad Africana es, ante todo, un reino político que sólo puede conseguirse por medios políticos. El desarrollo social y económico de África sólo se producirá dentro del reino político, y no al revés. Los Estados Unidos de América, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, fueron decisiones políticas de pueblos revolucionarios antes de de que se convirtieran en poderosas realidades de poder social y riqueza material.
¿Cómo, si no es con nuestros esfuerzos unidos, las partes más ricas y aún esclavizadas de nuestro continente serán liberadas de la ocupación colonial y se pondrán a nuestra disposición para el desarrollo total de nuestro continente? Cada paso en la descolonización de nuestro continente ha producido una mayor resistencia en aquellas zonas donde las guarniciones coloniales están a disposición del colonialismo.
Este es el gran diseño de los intereses imperialistas que apuntalan el colonialismo y el neocolonialismo, y nos engañaríamos a nosotros mismos de la manera más cruel si consideráramos sus acciones individuales como separadas y sin relación. Cuando Portugal viola la frontera de Senegal, cuando Verwoed destina una séptima parte del presupuesto sudafricano al ejército y la policía, cuando Francia construye como parte de su política de defensa una fuerza intervencionista que puede intervenir, más especialmente en el África francófona, cuando Welensky habla de la adhesión de Rodesia del Sur a Sudáfrica, todo forma parte de un patrón cuidadosamente calculado para lograr un solo fin: la esclavitud continuada de nuestros hermanos todavía dependientes y una arremetida sobre la independencia de nuestros Estados africanos soberanos.
¿Tenemos alguna otra arma contra este diseño que no sea nuestra unidad? ¿No es nuestra unidad esencial para proteger nuestra propia libertad tanto como para ganar la libertad de nuestros hermanos oprimidos, los luchadores por la libertad? ¿No es la unidad lo único que puede fusionarnos en una fuerza efectiva, capaz de crear nuestro propio progreso y hacer nuestra valiosa contribución a la paz mundial? ¿Qué Estado africano independiente puede afirmar que su estructura financiera y sus instituciones bancarias están completamente orientadas a su desarrollo nacional? ¿Cuál afirmará que sus recursos materiales y sus energías humanas están disponibles para su propia aspiración nacional? ¿Quién va a negar una sustancial medida de decepción y desilusión respecto de su desarrollo agrícola y urbano?
En el África independiente ya estamos re-experimentando la inestabilidad y la frustración que existían bajo la dominación colonial. Estamos aprendiendo rápidamente que la independencia política no es suficiente para librarnos de las de las consecuencias de la dominación colonial.
El movimiento de las masas del pueblo africano para liberarse de ese tipo de dominio no fue sólo una revuelta contra las condiciones que imponía.
Nuestro pueblo nos apoyó en nuestra lucha por la independencia porque creía que los gobiernos africanos podían curar los males del pasado de una manera que nunca podría ser alcanzada bajo el dominio colonial. Por lo tanto, si ahora que somos independientes permitimos que existan las mismas condiciones que en la época colonial, todo el resentimiento que derrocó al colonialismo se movilizará contra nosotros.
Los recursos están ahí. Nos corresponde conducirlos hacia el servicio activo de nuestro pueblo. A menos que hagamos ésto por el esfuerzo concertado, en el marco de nuestra planificación combinada, no progresaremos al ritmo que demandan los acontecimientos actuales y el humor de nuestro pueblo. Los indicadores de nuestros problemas crecerán, y los problemas mismos se volverán crónicos. Entonces será demasiado tarde incluso para que la Unidad Panafricana nos asegure estabilidad y tranquilidad en nuestro trabajo por un continente de justicia social y bienestar material.
A menos que establezcamos ahora la Unidad Africana, quienes estamos sentados aquí hoy seremos mañana las víctimas y mártires del neocolonialismo.
Hay evidencia por todas partes de que los imperialistas no se han retirado de nuestros asuntos. Hay momentos, como en el Congo, en los que su interferencia es manifiesta. Pero generalmente se encubren bajo el ropaje de muchas agencias, que se entrometen en nuestros asuntos domésticos, para fomentar el disenso dentro de nuestras fronteras y para crear un ambiente de tensión e inestabilidad política. Mientras no eliminemos las causas radicales del descontento, prestaremos ayuda a estas fuerzas neo-colonialistas y nos convertiremos en nuestros propios verdugos. No podemos ignorar las enseñanzas de la historia.
Nuestro continente es probablemente el más rico del mundo en minerales y materias primas industriales y agrícolas. Sólo desde el Congo, las firmas occidentales exportaron cobre, caucho, algodón y otros productos por el valor de 2.773 billones de dólares en los diez años entre 1945 y 1955, y desde Sudáfrica las empresas mineras occidentales obtuvieron un beneficio, en los seis años entre 1947 y 1951, de 814 billones de dólares.
Nuestro continente supera ciertamente a todos los otros en potencia hidroeléctrica, que algunos expertos evalúan en un 42% del total mundial. ¿Qué necesidad hay de que sigamos siendo "cortadores de madera y sacadores de agua" (1) para las zonas industrializadas del mundo?
Se dice, por supuesto, que no tenemos capital, ni habilidad industrial, ni comunicaciones, ni mercados internos, y que ni siquiera podemos ponernos de acuerdo entre nosotros mismos sobre la mejor manera de utilizar nuestros recursos.
Sin embargo, todas las bolsas de comercio del mundo están preocupadas por el oro, los diamantes, el uranio, el platino, el cobre y los minerales de hierro de África. Nuestro capital brota en los arroyos para regar el sistema entero de la economía occidental. El cincuenta y dos por ciento del oro en Fort Knox en este momento, donde USA almacena sus lingotes, se cree que procede de nuestras costas. África provee más del 60 por ciento del oro del mundo. Gran parte del uranio para la energía nuclear, del cobre para la electrónica, del titanio para los proyectiles supersónicos, de hierro y acero para las industrias pesadas, de otros minerales y materias primas para las industrias livianas - el poder económico básico de las potencias extranjeras - provienen de nuestro continente.
Expertos han calculado que sólo la cuenca del Congo puede producir suficientes cultivos alimenticios para satisfacer las satisfacer las necesidades de cerca de la mitad de la población del mundo entero.
Por siglos África ha sido la vaca lechera del mundo occidental. Fue nuestro continente el que ayudó al mundo occidental a construir su riqueza acumulada.
Es cierto que ahora rechazamos el yugo del colonialismo tan rápido como podemos, pero nuestro éxito en esta dirección es igualmente emparejada por un intenso esfuerzo de parte del imperialismo para continuar la explotación de nuestros recursos a través de la creación de divisiones entre nosotros.
Cuando las colonias del continente americano trataron por sí mismas de liberarse del imperialismo en el siglo XVIII no había ninguna amenaza de neocolonialismo en el sentido en que lo entendemos hoy. Los Estados Americanos eran, por tanto, libres de formar y modelar la unidad que estaba mejor adaptada a sus necesidades y de redactar una constitución que mantuviera su unidad colectivamente sin ninguna forma de interferencia de fuentes externas. Nosotros, sin embargo, tenemos que lidiar con intervenciones externas. Tanto más entonces necesitamos aunar esfuerzos en la unidad africana que es la única que puede salvarnos de las garras del neocolonialismo.
Nosotros tenemos los recursos. En primer lugar, fue el colonialismo el que nos impidió acumular el capital efectivo; pero nosotros mismos no hemos sabido utilizar plenamente nuestro poder en la independencia para movilizar nuestros recursos para el despegue más eficaz hacia un completo desarrollo económico y social.
Hemos estado demasiado ocupados atendiendo a nuestros estados por separado para comprender plenamente la necesidad básica de nuestra unión, basada en un propósito común, una planificación común y un esfuerzo común. Una unión que ignore estas necesidades fundamentales será sin embargo una farsa. Sólo uniendo nuestra capacidad productiva y la producción resultante, podremos acumular capital. Y una vez que empecemos, el impulso aumentará. Con el capital controlado por nuestros propios bancos, encauzado hacia nuestro propio y verdadero desarrollo industrial y agrícola, produciremos nuestro avance. Acumularemos maquinaria y estableceremos acerías, fundiciones de hierro y fábricas; enlazaremos los distintos estados de nuestro continente con las comunicaciones; asombraremos al mundo con nuestra energía hidroeléctrica; desecaremos pantanos y ciénagas, limpiaremos áreas infestadas, alimentaremos a los desnutridos y libraremos a nuestro pueblo de parásitos y enfermedades. Está dentro de las posibilidades de la ciencia y la tecnología hacer que incluso el Sahara florezca en un vasto campo con vegetación verde para el desarrollo agrícola e industrial. Aprovecharemos la radio, la televisión, las imprentas gigantes para sacar a nuestro pueblo de los oscuros recovecos del analfabetismo.
Hace una década, estas habrían sido palabras visionarias, las fantasías de un soñador ocioso. Pero esta es la época en la que la ciencia ha trascendido los límites del mundo material, y la tecnología ha invadido los silencios de la naturaleza. El tiempo y el espacio han sido reducido a abstracciones sin importancia. Máquinas gigantescas construyen carreteras, talan bosques, excavan represas, construyen aeródromos; camiones monstruosos y aviones distribuyen mercancías; enormes laboratorios fabrican medicamentos; se realizan complicados estudios geológicos; se construyen poderosas centrales eléctricas; se erigen fábricas colosales - todo a una increíble velocidad. El mundo ya no se mueve a través de los caminos del bosque o en camellos y burros.
No podemos permitirnos pausar nuestras necesidades, nuestro desarrollo, nuestra seguridad, al andar de camellos y burros. No podemos permitirnos no reducir la maleza descuidada de actitudes obsoletas que obstruyen nuestro camino a la moderna vía abierta del más amplio y temprano logro de la independencia económica y la elevación de la vida de nuestro pueblo al más alto nivel.
Incluso para otros continentes que carecen de los recursos de África, ésta es la era que ve el fin de la necesidad humana. Para nosotros es una simple cuestión de aprovechar con certeza nuestra herencia utilizando el poder político de la unidad. Todo lo que necesitamos hacer es desarrollar con nuestra fuerza unida los enormes recursos de nuestro continente. Un África unida proporcionará un campo estable de inversiones extranjeras, que nos incentivará, siempre y cuando no se comporte de manera adversa a nuestros intereses africanos. Ya que dicha inversión sumaría por sus iniciativas, al desarrollo de la economía nacional, el empleo y la formación de nuestro pueblo, y serán bienvenidas en África. Al tratar con un África unida, los inversores ya no tendrán que sopesar con preocupación los riesgos de negociar con gobiernos de un período que pueden no existir en el siguiente período. En lugar de tratar o negociar con tantos Estados separados a la vez, ellos tratarán con un gobierno unido que persigue una política continental armonizada.
¿Cuál es la alternativa a ésto? Si titubeamos en esta etapa y dejamos pasar el tiempo para que el neocolonialismo consolide su posición sobre este continente, ¿cuál será el destino de nuestro pueblo que ha depositado su confianza en nosotros? ¿Cuál será el destino de nuestros luchadores por la libertad? ¿Cuál será el destino de otros territorios africanos que aún no son libres?
A menos que podamos establecer grandes complejos industriales en África - lo que sólo podemos hacer en un África unida -, debemos dejar a nuestro campesinado a merced de los mercados extranjeros de cultivos comerciales, y enfrentar al mismo malestar que derrocó a los colonialistas? ¿De qué le sirven al agricultor la educación y la mecanización?, ¿de qué le sirve incluso el capital para el desarrollo, si no le aseguramos un precio justo y un mercado efectivo? ¿Qué han ganado el campesino, el obrero y el agricultor con la independencia política, si no le podemos asegurar una justa retribución por su trabajo y un nivel de vida más alto?
A menos que podamos establecer grandes complejos industriales en África, ¿qué han ganado el trabajador urbano y aquellos campesinos de tierras superpobladas con la independencia política? Si ellos permanecen desempleados o en ocupaciones no cualificadas, ¿de qué les servirán las mejores facilidades para la educación, la formación técnica, la energía y la ambición que la independencia nos permite ofrecer?
No hay casi ningún Estado africano sin un problemas de fronteras con sus vecinos adyacentes. Sería fútil aquí enumerarlos porque ellos son ya familiares para todos nosotros. Pero déjenme sugerir a Sus Excelencias que esta fatal reliquia del colonialismo nos conducirá a la guerra entre nosotros, ya que ensancha nuestro desarrollo industrial no planificado y no coordinado, tal como ocurrió en Europa. A menos que logremos detener el peligro a través del entendimiento mutuo en cuestiones fundamentales y a través de la Unidad Africana, que hará obsoletas y superfluas las fronteras existentes, habremos luchado en vano por la independencia. Sólo la Unidad Africana puede curar esta llaga infecta de las disputas fronterizas entre nuestros diferentes Estados. Sus Excelencias, el remedio para estas enfermedades está a nuestra disposición. Nos mira fijamente a la cara en cada barrera aduanera, nos grita desde cada corazón africano. A través de una verdadera unión política de todos los estados independientes de África, podemos abordar con optimismo cada emergencia, cada enemigo y cada complejidad. Esto no se debe a que seamos una raza de superhombres sino porque hemos emergido en la era de la ciencia y la tecnología en la cual la pobreza, la ignorancia y la enfermedad ya no son los amos, sino los enemigos en retirada de la humanidad. Hemos emergido en la era de la planificación socializada, en la que la producción y la distribución no están gobernadas por el caos, la codicia y el interés personal, sino por las necesidades sociales. Junto con el resto de la humanidad, hemos despertado de los sueños utópicos sueños utópicos para perseguir proyectos prácticos de progreso y justicia social.
Sobre todo, hemos emergido en un tiempo en que una masa continental como África, con su población que se aproxima a los trescientos millones de habitantes es necesaria para la capitalización económica y la rentabilidad de los métodos y técnicas productivas modernas.
Ninguno de nosotros, trabajando por separado e individualmente, puede conseguir con éxito el máximo desarrollo. Ciertamente, dadas las circunstancias, no será posible prestar una asistencia adecuada a los Estados hermanos que intentan, contra las condiciones más difíciles, mejorar sus estructuras económicas y sociales. Sólo un África unida que funcione bajo un Gobierno de la Unión (Union Government) puede contundentemente movilizar con fuerza los recursos materiales y morales de nuestros distintos países y aplicarlos eficientemente y con energía para lograr un rápido cambio en las condiciones de nuestro pueblo.
Si no abordamos los problemas de África con un frente común y un propósito común, estaremos regateando y discutiendo entre nosotros hasta que seamos colonizados de nuevo y nos convirtamos en los instrumentos de un colonialismo mucho mayor que el que hemos sufrido hasta ahora.
Debemos unirnos. Sin necesariamente sacrificar nuestras soberanías, grandes o pequeñas, podemos aquí y ahora forjar una unión política basada en la defensa, los asuntos exteriores y la diplomacia, y una ciudadanía común, una moneda africana, una zona monetaria africana y un banco central africano. Debemos unirnos para lograr la completa liberación de nuestro continente.
Necesitamos un Sistema de Defensa Común con un Alto Comando Africano para garantizar la estabilidad y seguridad de África.
Nuestro propio pueblo nos ha encomendado esta sagrada tarea, y no podemos traicionar su confianza fallándoles. Nos burlaremos de las esperanzas de nuestro pueblo si mostramos la más mínima vacilación o retraso en abordar de forma realista esta cuestión de la Unidad Africana.
El suministro de armas u otra ayuda militar a los opresores coloniales en África debe ser considerado no sólo como una ayuda para la derrota de los luchadores por la libertad que luchan por su independencia africana, sino como un acto de agresión contra toda África. ¿Cómo podemos hacer frente a esta agresión si no es con todo el peso de nuestra fuerza unida?
Muchos de nosotros hemos hecho del no-alineamiento un artículo de fe en este continente. No hemos deseado, ni tenemos la intención de ser atraídos en la Guerra Fría. Pero con la presente debilidad e inseguridad de nuestros Estados en el contexto de la política mundial, la búsqueda de bases y esferas de influencia trae la Guerra Fría a África, con su peligro de guerra nuclear. Guerra Fría en África, con su peligro de guerra nuclear. África debería ser declarada zona libre de armas nucleares y liberada de las exigencias de la guerra fría. Pero no podemos hacer obligatoria esta demanda a menos que la sostengamos desde una posición de fuerza que se funda únicamente en nuestra unidad.
En cambio, muchos Estados africanos independientes están involucrados por pactos militares con las antiguas potencias coloniales. La estabilidad y la seguridad que tales dispositivos pretenden establecer son ilusorias, pues las potencias metropolitanas aprovechan la oportunidad para apoyar sus controles neo-colonialistas mediante la participación militar directa. Hemos visto cómo los neocolonialistas utilizan sus bases para atrincherarse e incluso para atacar a los Estados independientes vecinos. Tales bases son centros de tensión y potenciales lugares de peligro de conflicto militares. Amenazan la seguridad no sólo del país en el que están situadas, también de los países vecinos. ¿Cómo podemos esperar hacer de África una zona libre de armas nucleares e independiente de la presión de la guerra fría con semejante participación militar en nuestro continente? Sólo a través del contrapeso de una fuerza de defensa común con una política de defensa común basada en nuestro deseo común de que África no se vea obstaculizada por dictados foráneos o por la presencia militar y nuclear. Esto requerirá un Alto Comando Africano global, especialmente si se renuncia a los pactos militares con los imperialistas. Es la única manera en que podemos romper estos vínculos directos entre el colonialismo del pasado y el neocolonialismo que nos perturba hoy.
No queremos ni visualizamos un Alto Comando Africano en los términos de la política de poder que ahora gobiernan gran parte del mundo, sino como un instrumento esencial e indispensable para garantizar la estabilidad y la seguridad en África.
Necesitamos una planificación económica unificada para África. Hasta que el poder económico de África esté en nuestras manos, las masas no pueden tener ninguna preocupación real ni ningún interés real por salvaguardar nuestra seguridad, por asegurar la estabilidad de nuestros regímenes, y en prestar su fuerza al servicio de nuestros fines. Con nuestros recursos, energías y talentos unidos, tenemos los medios tan pronto como mostremos la voluntad, para transformar las estructuras económicas de nuestros estados individuales, desde la pobreza a la riqueza, desde la desigualdad a la la satisfacción de las necesidades populares. Sólo sobre una base continental seremos capaces de planificar la correcta utilización de todos nuestros recursos para el completo desarrollo de nuestro continente.
¿De qué otra manera retendremos nuestro propio capital para nuestro desarrollo? ¿De qué otra manera estableceremos un mercado mercado interno para nuestras propias industrias? Al pertenecer a diferentes zonas económicas, ¿cómo vamos a tirar abajo las barreras monetarias y comerciales entre los Estados africanos, y cómo serán capaces los más fuertes económicamente de entre nosotros de ayudar a los Estados más débiles y menos desarrollados?
Es importante recordar que la financiación independiente y el desarrollo independiente no pueden tener lugar sin una moneda independiente. Un sistema monetario respaldado por los recursos de un Estado extranjero está sometido, ipso facto, a las disposiciones comerciales y financieras de ese país extranjero.
Al tener tantas barreras aduaneras y monetarias como resultado de estar sometidos a los diferentes sistemas monetarios de las potencias extranjeras, ésto ha servido para ampliar la brecha entre nosotros en África. ¿Cómo, por ejemplo, pueden las comunidades y familias relacionadas comerciar y apoyarse unas con otras exitosamente si se encuentran divididas ellas mismas por las fronteras nacionales y las restricciones monetarias? La única alternativa abierta para ellas en estas circunstancias, es utilizar moneda de contrabando y enriquecer a los y enriquecer a los estafadores y delincuentes nacionales e internacionales que se aprovechan de nuestras dificultades financieras y económicas.
Ningún Estado africano independiente por sí solo tiene hoy en día la oportunidad de seguir un curso independiente de desarrollo económico, y muchos de los que hemos intentado hacerlo, hemos sido casi arruinados o han tenido que tenido que volver al redil de los antiguos gobernantes coloniales. Esta posición no cambiará a menos que tengamos una política unificada que trabaje a nivel continental. El primer paso hacia nuestra economía cohesionada sería una zona monetaria unificada, con, inicialmente, una paridad común acordada para nuestras monedas. Para facilitar estas disposiciones, Ghana cambiaría a un sistema decimal. Cuando veamos que la disposición de una paridad común fija funciona exitosamente, no existirá ninguna razón para no instituir una moneda común y un único banco de emisión. Con una moneda común de un banco común de emisión, deberíamos ser capaces de mantenernos erguidos sobre nuestros propios pies, porque tal disposición estaría completamente respaldado por los productos nacionales combinados de los estados que compongan la unión. Después de todo, el poder adquisitivo del dinero depende de la productividad y de la explotación productiva de los recursos naturales recursos naturales, humanos y físicos de la nación.
Mientras estamos asegurando nuestra estabilidad mediante un sistema de defensa común, y nuestra economía esté orientada más allá del control extranjero por una moneda común, una zona monetaria y un banco central de emisión, podemos investigar los recursos de nuestro continente. Podemos empezar a confirmar si en realidad somos los más ricos, y no, como nos han enseñado a creer, los más pobres entre los continentes.
Podemos determinar si poseemos el mayor potencial en energía hidroeléctrica, y si podemos aprovechar ésta y otras fuentes de energía para nuestras industrias. Podemos proceder a planificar nuestra industrialización a escala continental, y desarrollar un mercado común para aproximadamente trescientos millones de personas.
La planificación continental común para el desarrollo industrial y agrícola de África es una necesidad vital.
Muchas bendiciones se derivarán de nuestra unidad; muchos desastres seguirán a nuestra continua desunión, que nuestra falta de unión actual no será atribuida por la posteridad sólo a un razonamiento defectuoso y a la falta de coraje, sino a nuestra capitulación frente a las fuerzas del imperialismo.
La hora de la historia que nos ha traído a esta asamblea es una hora revolucionaria. Es la hora de la decisión. Por primera vez, el imperialismo económico que nos amenaza es él mismo desafiado por la irresistible voluntad de nuestro pueblo.
Las masas del pueblo de África están clamando por la unidad. El pueblo de África pide que se derrumben las fronteras que lo mantienen separados. Ellos demandan un final para las disputas fronterizas entre Estados africanos hermanos – disputas que surgen a partir de las barreras artificiales que nos dividen. Este era el propósito del colonialismo que nos dejó con nuestro irredentismo fronterizo, que rechazó nuestra fusión étnica y cultural.
Nuestro pueblo reclaman por unidad para no perder su patrimonio en el servicio perpetuo al neocolonialismo. En su ferviente empuje por unidad, comprenden que sólo su realización dará pleno sentido a su libertad y a nuestra independencia africana.
Es esta determinación popular la que debe hacernos avanzar hacia una Unión de Estados Africanos Independientes. El retraso extiende el peligro para nuestro bienestar, para nuestra verdadera existencia como Estados libres. Se ha sugerido que nuestro acercamiento a la unidad debería ser gradual, que debería ir poco a poco. Este punto de vista concibe de África como una entidad estática con problemas "congelados" que pueden ser eliminados uno por uno y cuando todos hayan sido despejados luego podremos reunirnos y decir: "Ahora todo está bien. Unámonos ahora". Esta mirada no tiene en cuenta las presiones externas. Tampoco tiene en cuenta el peligro de que la demora puede profundizar nuestro aislamiento y exclusividad; que puede ampliar nuestras diferencias y colocarnos a la deriva más lejos y más separados en la red del neocolonialismo, de modo que nuestra unión se convertirá en nada más que una esperanza que se desvanece, y el gran designio de la redención completa de África se perderá, tal vez, para siempre.
También se expresa la opinión de que nuestras dificultades pueden ser resueltas simplemente por una mayor colaboración a través de la asociación cooperativa en nuestras relaciones interterritoriales. Esta manera de mirar nuestros problemas niega una concepción apropiada de su interrelación y mutualidad. Niega la fe en un futuro para el avance africano en la independencia de África. Traiciona un sentido de solución sólo en dependencia contínua de fuentes externas a través de acuerdos bilaterales para ayuda económica y de otras formas de ayuda.
El hecho es que aunque hemos estado cooperando y nos hemos asociado con unos y otros en varios campos de iniciativa común incluso antes de la época colonial, esto no nos ha dado la identidad continental y la fuerza política y económica que nos ayudaría a tratar efectivamente con los complicados problemas a los que nos enfrentamos hoy en día en África. En lo que respecta a la ayuda exterior, un África unida estaría en una posición más favorable para atraer la asistencia de fuentes extranjeras. Hay una ventaja mucho más convincente que ofrece esta disposición en el sentido de que la ayuda vendrá de cualquier parte a África porque nuestro poder de negociación sería infinitamente mayor. Ya no dependeremos de la ayuda de fuentes restringidas. Tendremos el mundo para elegir.
¿Qué estamos buscando en África? ¿Estamos buscando Cartas, concebidas a la luz del ejemplo de las Naciones Unidas? ¿Un tipo de Organización de las Naciones Unidas cuyas decisiones están enmarcadas sobre la base de resoluciones que, en nuestra experiencia, a veces han sido ignoradas por los Estados miembros? ¿Donde se forman grupos y se desarrollan presiones en función de los intereses que incumben a esos grupos? ¿O se pretende que África se convierta en una organización imprecisa de Estados según el modelo de la Organización de Estados Americanos, en la que los Estados más débiles dentro de ella pueden estar a a merced de los más fuertes o poderosos, política o económicamente, y todos a merced de alguna poderosa nación o grupo de naciones externas? ¿Es este el tipo de asociación que queremos para nosotros mismos en el África Unida de la que todos hablamos con tanto sentimiento y emoción?
Sus Excelencias, permítanme preguntar: ¿Es ésta la estructura que deseamos para nuestra África Unida? ¿Un acuerdo que en el futuro podría permitir a Ghana, o Nigeria, o Sudán, o Liberia, o Egipto, o Etiopía, por ejemplo, utilizar la presión, que da la influencia económica o política superior, para dictar el flujo y la dirección del comercio de, por ejemplo, Burundi, Togo, Nyasalandia o Mozambique?
Todos queremos un África unida, unida no sólo en nuestro concepto de lo que connota la unidad, sino unida en nuestro deseo común de avanzar juntos en lo referido a todos los problemas que pueden ser resueltos mejor sólo sobre una base continental.
Cuando el primer Congreso de los Estados Unidos se reunió hace muchos años en Filadelfia, uno de los delegados hizo sonora la primera faena de la unidad al declarar que se habían reunido en "un estado de naturaleza". En otras palabras, no estaban en Filadelfia como Virginianos o residentes de Pennsylvania sino simplemente como americanos. Esta referencia a ellos mismos como Americanos era en aquellos días una experiencia nueva y extraña. Puedo atreverme a afirmar igualmente en esta ocasión, Sus Excelencias, que nos reunimos hoy aquí no como ghaneses, guineanos, egipcios, argelinos, marroquíes, malienses, liberianos, congoleños o nigerianos sino como africanos. Africanos unidos en nuestra resolución de permanecer aquí hasta que hayamos acordado los principios básicos de un nuevo pacto de unidad entre nosotros mismos que garantice para nosotros y para el futuro un nueva disposición de gobierno continental.
Si logramos establecer un nuevo conjunto de principios como base de una nueva Carta o Estatuto para el establecimiento de una Unidad Continental de África y la creación de progreso social y político para nuestro pueblo, entonces, en mi opinión, esta Conferencia debería marcar el fin de nuestros diversos agrupamientos y bloques regionales. Pero si fracasamos y dejamos escapar esta grandiosa e histórica oportunidad, entonces daremos lugar a un mayor disenso y división entre nosotros, por lo que el pueblo de África nunca nos perdonará. Y las fuerzas y movimientos populares y progresistas en África nos condenarán. Estoy seguro, por lo tanto, que no les fallaremos.
He hablado con cierto detenimiento, Sus Excelencias, porque es necesario para todos nosotros explicar no sólo entre a unos y otros aquí presentes sino también a nuestro pueblo, quienes nos han confiado la suerte y el destino de África. Por lo tanto, no debemos abandonar este lugar hasta que hayamos establecido una maquinaria efectiva para lograr la Unidad Africana. Para este fin, ahora propongo para su consideración lo siguiente:
Como primer paso, Sus Excelencias, una declaración de principios que nos una y vincule a todos juntos y a la que todos debemos adherir fiel y lealmente, y que extienda los fundamentos de unidad, debe ser puesta por escrito. Y también debería existir una declaración formal de que todos los Estados africanos independientes, aquí y ahora, acordamos con el establecimiento de una Unión de Estados Africanos.
Como segundo y urgente paso para la realización de la unificación de África, un Comité Panafricano de Ministros de Asuntos Exteriores que se establezca ahora y que antes de que nos vayamos de esta Conferencia, se fije una fecha para que se reúnan.
Este Comité debería establecer, en nombre de los Jefes de nuestros Gobiernos, un cuerpo permanente de funcionarios y expertos para elaborar un mecanismo para el Gobierno de la Unión Africana (Union Government of Africa). Este cuerpo de funcionarios y expertos debería estar compuesto por dos de los mejores cerebros de cada Estado africano independiente. Las diferentes Cartas Constitutivas de las agrupaciones existentes y otros documentos relevantes podrían también ser presentados a los funcionarios y expertos. Un praesidium (2) compuesto por los Jefes de Gobierno de los Estados Africanos Independientes debería ser convocado a reunirse para adoptar una Constitución y otras recomendaciones que pondrán en marcha el Gobierno de la Unión Africana.
También debemos decidir el lugar donde este cuerpo de funcionarios y expertos trabajará como la nueva sede de la capital de nuestro Gobierno de la Unión. Algún lugar central en África podría ser la más justa sugerencia, ya sea en Bangui, en la República Centroafricana, o en Leopoldville, en el Congo. Mis colegas pueden tener otras propuestas. El Comité de Ministros de Asuntos Exteriores, funcionarios y expertos debería estar empoderado para establecer:
1. Una Comisión para estructurar una constitución para un Gobierno de Unión de Estados Africanos (Union Government of African States)
2. Una Comisión que elabore un plan continental para un programa económico e industrial unificado o común para África; este plan debería incluir propuestas para el establecimiento de:
a. Un mercado común para África;
b. Una moneda africana;
c. Una Zona Monetaria Africana;
d. Un Banco Central Africano, y
e. Un sistema continental de comunicaciones.
3. Una Comisión para redactar los detalles para una Política Exterior y una Diplomacia Común;
4. Una Comisión para elaborar planes para un Sistema Común de Defensa;
5. Una Comisión para hacer propuestas para una Ciudadanía Africana Común.
Estas Comisiones reportarán al Comité de Ministros de Asuntos Exteriores que, a su vez, deberá presentar en el plazo de seis meses a partir de esta Conferencia, sus recomendaciones al Praesidium. El Praesidium reunido en Conferencia en la sede de la Unión considerará y aprobará las recomendaciones del Comité de Ministros de Asuntos Exteriores.
Con el fin de proporcionar inmediatamente fondos para el trabajo de los funcionarios y expertos permanentes de la Sede de la Unión, sugiero establecer ahora un Comité especial que elabore un presupuesto para esto.
Sus Excelencias, con estas medidas, sostengo, estaremos irremediablemente comprometidos en el camino que nos llevará a un Gobierno de Unión Africana. Sólo una África unida con una dirección política central puede exitosamente dar apoyo material y moral efectivo a nuestros luchadores por la libertad en Rhodesia del Sur, Angola, Mozambique, África del Sudoeste, Bechuanalandia, Suazilandia, Basutolandia, Guinea Portuguesa, etc., etc., y por supuesto Sudáfrica."
Tomado de "SPEECHES & STATEMENTS MADE AT THE FIRST ORGANIZATION OF AFRICAN UNITY (O.A.U) SUMMIT", en www.au.int
Notas:
1. Metafora para aludir a la servidumbre, frase tomada de la Biblia (Josué 9:21) para referirse a la servidumbre de los gabaonitas respecto de los israelitas (nota del traductor).
2. En el sentido de Principal Órgano de Dirección e incluso de Comité de Gobierno Soviético o Soviet Supremo.
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