¿Qué será de la República Centroafricana a la que represento aquí, y que no es más que un pequeño Estado como la mayoría de los Estados africanos? Sin una economía próspera y sin industria, mi país está por añadidura expuesto a la subversión llevada a cabo desde el extranjero que tanto pesa, duramente, sobre nuestro continente. Estaría en peligro, desafortunadamente, de desaparecer del tablero político del mundo, si no perteneciera a una de los grandes agrupamientos fuertemente construidos.
Toda la población de la República Centroafricana también reclama un derecho (¿y por qué no?) a la existencia y un lugar en el concierto de las naciones libres, y por eso mi delegación arribó aquí sin temor, llena de confianza y optimismo, y determinada a trabajar por cualquier objetivo que asegure la necesaria emancipación armónica y pacífica de África y los Estados africanos.
En 1958, la primera Constitución Nacional de mi país - inspirada enteramente por mi sentido predecesor, el difunto presidente Barthelemy Boganda, que creía profundamente en la unidad africana; presagiaba la renuncia de una parte considerable de sus poderes y soberanía en beneficio de unas Naciones Africanas más amplias y sólidas, lo que explica que mi país renunciara a su nombre colonial, "Territorio de Ubangi-Chari" en favor de la República Centroafricana (Central African Republic), abriendo así la puerta a otras naciones hermanas que no pertenecían a la cuenca natural del río Ubangi.
Se puede, por lo tanto, entender fácilmente que es para mí una gran alegría y un gran honor estar presente en el nacimiento de la unidad en nuestro continente, una unidad ardientemente deseada por el pueblo de la República Centroafricana.
Señor Presidente, si me lo permite. Quisiera referirme a un detalle material pero no insignificante que parece augurar resultados positivos para nuestro trabajo: la organización de nuestras Conferencias.
La ocasión es tanto más agradable para mí cuanto que puedo expresar en mi propio nombre y en el nombre de la delegación de la República Centroafricana, una expresión de nuestra profunda gratitud por la cálida bienvenida y las atenciones individuales de las que hemos disfrutado, a Su Majestad Imperial, Haile Selassie I y al Gobierno y al pueblo de Etiopía. Con su permiso, Sr. Presidente, me gustaría también aprovechar esta oportunidad para expresar solemnemente toda mi profunda admiración por Su Majestad Imperial, Haile Selassie I, que ya ha dado una lección a todos los africanos que pasará a la historia mundial. Sí, Su Majestad Imperial, nos ha enseñado a ser y permanecer dueños de nuestro propio continente, y a expulsar del suelo africano a todas las potencias extranjeras. Pero también, sus gritos no pudieron entonces ser escuchados o seguido su ejemplo porque en ese momento la radio y la prensa eran inexistentes. La administración colonial, naturalmente, tuvo cuidado de no dar publicidad a su valiente lucha por la liberación de Etiopía. Hoy, sin vacilar y sin acobardarnos, debemos dar una respuesta positiva a su llamamiento y estamos aquí para sentar los fundamentos de nuestra querida unidad.
No debemos fallar, y mi delegación espera salir de Addis Abeba llevando a casa no sólo simples declaraciones de intenciones, sino también y sobre todo algo concreto: documentos redactados y firmados, compromisos de nuestra firme voluntad de alcanzar el ideal que nos hemos fijado.
Los principales problemas que los Estados africanos tienen en común fueron explícitamente presentados y definidos en el discurso de apertura de Su Majestad, el Emperador Haile Selassie I. Su alcance trascendió el marco restringido de nuestros países tanto como el de nuestras preocupaciones diarias. Así, ahora más que nunca, debemos concentrar nuestros esfuerzos en resolverlos con objetividad a fin de crear un África próspera y unida.
Esta unidad africana que estamos firmemente decididos a lograr - y no consigo mejor prueba que las declaraciones de los eminentes Jefes de Estado y de Gobierno que se han sucedido uno a otro en esta tribuna-, esta unidad africana, digo, debe ser un arma eficaz para aniquilar para siempre la dominación extranjera la dominación extranjera en todas sus formas en nuestro continente, por no hablar de las instituciones que nos proporcionará.
Diversos argumentos han sido esgrimidos en un intento de definir las estructuras de esta unidad. Por mi parte, suscribiría a una fórmula realista basada en los fundamentos del respeto recíproco por la soberanía de todos los Estados. Lo mismo debe aplicarse con el respeto a la persona humana y, en este sentido, cualquier tendencia hacia el racismo o el regionalismo político, a veces velado por creencias religiosas, debe ser combatido y eliminado.
Todos los que me han precedido en esta tribuna han vehementemente condenado el colonialismo y sus fechorías. No volveré a tratar el tema, ya que comparto plenamente sus opiniones. Sin embargo, debo enfatizar que podemos aniquilar el colonialismo para siempre, fuertes en la soberanía de nuestros países mediante una acción concertada. Si el colonialismo fuera resucitado en nuestro suelo eso sería, de hecho, nuestra propia culpa y las generaciones futuras nunca nos perdonarían por haber fomentado su resurrección.
Aquí y ahora, es nuestro deber coordinar nuestros esfuerzos y ayudar a nuestros hermanos en los países aún dependientes por todos los medios a nuestro alcance para liberarse de la dominación extranjera.
Pero, por más que estemos firmemente resueltos a lograr la unidad de África, nuestras respectivas naciones han, individualmente o en grupos, han firmado acuerdos de cooperación entre ellas o con otras potencias, y en la actualidad, hay que admitirlo, nuestra organización administrativa, política, económica y social está dictada por estos acuerdos de cooperación. No podríamos derogarlos de un día para otro sin exponer a África a una crisis general cuyas consecuencias serían numerosas, difíciles de evaluar, y devastadoras, y el objetivo de nuestra misión en Addis Abeba no es ese.
Entonces, sería conveniente desarrollar nuestra unidad a partir de los elementos vivos y coherentes que ya existen, mientras prestamos atención a las reformas sustanciales aplicables a esos elementos para para adaptarlos a nuestro panafricanismo.
La República Centroafricana piensa que de esta manera, nuestra política de grandes agrupamientos será realista y constructiva, ya que no habrá simplemente destruido algo sino que nos habrá ayudado a revisar nuestro régimen actual, en el que las consecuencias del colonialismo predominan.
Mientras esperamos esta transformación, mi delegación considera que la Conferencia podría ya pronunciar su opinión sobre la formulación de un grupo africano y malgache en la Organización de las Naciones Unidas, para homogeneizar nuestra política exterior y ayudar, por vía diplomática, a los Estados que todavía dependientes a liberarse sin derramamiento de sangre.
Además de la Carta que establece el marco de nuestra unidad, la adopción de la cuál espero ardientemente, la Conferencia haría bien en dirigir su atención inmediatamente a la necesidad de dotar a nuestro continente con un Mercado Común, que aseguraría para los africanos la estabilidad de precios de sus productos.
Finalmente, la delegación de la República Centroafricana, nota en el transcurso de los debates de esta Conferencia y durante su complacida estancia en Addis Abeba, que las diferencias surgidas entre los líderes africanos son atribuibles de hecho a errores de juicio, y a antagonismos ficticios fomentados por potencias extranjeras que desean verlos divididos.
Desde el fondo de mi corazón, espero ver la reconciliación fraternal de todos los Estados africanos.
¡Larga vida a la unidad africana!"
Tomado de "SPEECHES & STATEMENTS MADE AT THE FIRST ORGANIZATION OF AFRICAN UNITY (O.A.U) SUMMIT", en www.au.int
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