Introducción
La República Democrática Federal de Etiopía es uno de los estados más antiguos del mundo y la única nación africana nativa que resistió con éxito la colonización, está situada en lo que se conoce como el Cuerno de África, en una de las zonas con mayor fragilidad social, política y económica del continente. Las crisis políticas y humanitarias en los países situados alrededor de Etiopía han convertido a este país en un elemento de estabilización con una creciente influencia regional, ahora puesto en entredicho debido a la crisis interna que atraviesa (M.RR.EE. España; 2021).
Actualmente tiene el título de la segunda población más grande de África, después de Nigeria con más de 110 millones de habitantes. Esta población es increíblemente diversa, un mosaico de más de ochenta grupos étnicos diferentes y unas cien lenguas, siendo los principales grupos etnicos: Oromo, Amhara, Tigray, Somalíes, Afar, Gurage, Sidama, Shankella y Argoba. En una sociedad plurinacional como la de Etiopía la competencia por los recursos políticos y económicos es una característica regular que provoca numerosos conflictos entre los grupos nacionales y entre las diversas naciones y el Estado central.
Desde la formación de Etiopía como Estado moderno a principios del siglo XX ha habido conflictos recurrentes entre dos facciones: aquellos que han querido dominar, centralizar el poder y asimilar a otros dentro de una única identidad nacional, y aquellos grupos nacionales que han luchado por su autodeterminación. Históricamente cuanto más se ha intentado centralizar el poder más han emergido los antagonismos entre el Estado y los grupos nacionales porque los intereses de las diversas naciones, como la defensa de su regiones, el control de sus recursos, las ambiciones de las elites políticas, y sus propias identidades nacionales, colisionaron con los objetivos centralizadores y unitarios de los jefes de estado.
La pluralidad nacional ha impuesto grandes desafío y resistencia a la construcción de una unidad nacional y un estado fuertemente centralizado en Etiopía, las cuestiones de nacionalidad y autodeterminación han estado en el centro de todas las guerras y rebeliones desde la expansión de Etiopía a fines del siglo XIX. En esta historia de conflictos entre el Estado-Nación y las diversas naciones etíopes las rebeliones del pueblo Tigray se destacan por la construcción de su identidad política, por su continuidad y por la movilización de gran parte de su población en busca de la autodeterminación.
Tigray: historia e identidad
La región Tigray es la más septentrional de Etiopía, cuenta con una gran cantidad de tierras como principal recurso económico que proporciona sustento y granos de exportación. La agricultura es el medio de vida para la mayoría de los pobladores, alrededor del 65% de las tierras están cultivada por pequeños propietarios, dentro de sistemas mixtos de cultivos y ganadería. En la región viven más de siete millones de personas que se reconocen como tigraianos y tigraianas, comparten la pertenencia a un colectivo identificado por una lengua nativa como la tigrigna, una cultura y una historia común. Con el trazado de las fronteras durante la constitución de los Estados nacionales, a finales del siglo XIX, el pueblo tigray quedó incorporado a la colonia italiana de Eritrea y al imperio Abisinia por lo que adquirió una enorme importancia militar y geopolítica para el Cuerno de África y para el Estado etíope.
El pasado juega un papel muy importante para el pueblo Tigray, su identidad de grupo está profundamente arraigada en su amplia experiencia histórica. La región contiene el núcleo del antiguo Reino de Aksum y los asentamientos históricos de la capital del reino. En el 340 el Rey Aksumita Ezana adoptó el cristianismo ortodoxo el cual rápidamente se convirtió en la religión de los habitantes de la región y les proporcionó la ideología real. Como muestra Vaughan en su libro Etnicidad y Poder en Etiopia (2003) la centralidad de la región Tigray en el reino de Aksum los dotó de un fuerte vínculo y asociación con el cristianismo ortodoxo.
Tal como explica Berhe (2008), la región tigray fue una de las tres provincias principales que abarcaba el Imperio Etíope, también conocido como Abisinia, ubicado en lo que ahora es Etiopía y Eritrea durante el 1270 (comienzo de la Dinastía Salomón) hasta 1974. Pero en esta etapa los tigray no tuvieron la misma centralidad política que durante el Reino de Aksum porque ahora la sede del Imperio se encontraba bajo el control político y la influencia cultural de los Amhara.
El Imperio Etíope abarcaba tres provincias principales: Tigré en el norte, Amhara en el centro y Shoá en el sur. La competencia entre los tigray y los Amhara devino en un fuerte conflicto que tuvo a la religión en el centro de las disputas, los tigray defendían el cristianismo contra los rituales de la Dinastía Salomónica. La defensa al cristianismo ortodoxo como la competencia por el poder fue uno de los detonantes para los primeros conflictos entre las elites Amhara y Tigray, a la par también fueron elementos que funcionaron como factor de unión dentro del propio pueblo, tal como lo muestra Vaughan (2003):
Las sucesivas luchas por el control de los centros de poder y por la defensa del cristianismo ortodoxo nutrió a los tigray de un provincianismo basada en la convicción de que representaban la pureza y la continuidad de la cultura etíope, en contraste con el mestizaje de las tradiciones de la región sur. (p.155)
Estos acontecimientos se profundizaron durante la Era de los Príncipes (1760-1855), momento en el que el Imperio Etíope experimentó la descentralización del poder y su reparto entre los señores locales apoyados por sus bases etnoregionales. Esta situación permitió la unificación de los intereses de la elite tigray, la cual se volvió prácticamente independiente permitiendo a sus gobernantes ejercer un poder comparable al de los emperadores de tiempos pasados. Desde entonces, los referentes regionales han sido importantes en la formación de la base de poder de los etíopes.
Durante el siglo XIX la región Tigray fue la puerta de entrada de los invasores extranjeros, como muestra Berhe (2008) unas veinte batallas importantes se libraron en esa región. Fuerzas externas como Gran Bretaña en 1868, Egipto en 1875, sudaneses en 1889 e Italia en 1887 y 1935, realizaron incursiones que perturbaron constantemente la estabilidad de Etiopia. La mayoría de esas batallas se desarrollaron en suelo tigray lo que ocasiono un enorme impacto en su población que se vio obligada a suministrar alimentos a los ejércitos y a participar en la guerra. La combinación de ataques extranjeros, conflictos locales entre jefes regionales y hambruna dejo a Tigray en la indigencia.
Los líderes etíopes posteriores: los emperadores Menelik II (1889-1913) y Haile Selassie (1930-1974) poco hicieron para mitigar la situación crítica en la que se encontraba el pueblo Tigray. El interés de las elites dominantes durante el periodo imperial estuvo puesto en la constitución del Estado-Nación etiope, en la centralización del poder, en la formación de una única identidad nacional y en la defensa de los intereses de la elite ahmara.
En este breve recorrido histórico se intentó destacar algunas de las experiencias que atravesaron a la región y al pueblo Tigray que resultaran determinantes para su identificación y movilización nacional. En la narrativa histórica tigraiana aquella región es el hogar de la antigua civilización Axumita, la piedra angular de la iglesia ortodoxa etíope, el lugar de nacimiento de grandes guerreros y emperadores etíopes y el pueblo que ha defendido a Etiopia de los ataques e invasiones extranjeras.
Aquellas experiencias históricas condujeron a la consolidación de una profunda identidad de grupo y confianza social que ha sido la base para movilizar a miles y miles de tigraianos y tigranaias en oposición a un régimen, en defensa de su pueblo, de su región, de sus recursos y contra los intentos de constitución de un estado centralizado y unitario.
Unidad vs pluralidad
Los cimientos del Estado etíope se establecieron a mediados del siglo XIX durante el Reino de Abisinia por los emperadores Yohannes IV, Tewodros II y Menelik II. Bajo los gobiernos de este imperio (1855 – 1974), el estado etíope resistió las amenazas y derrotó los esfuerzos de colonización de Italia, convirtiéndolo en uno de los dos estados africanos que mantuvieron su independencia y no ha podido ser colonizado. Sin embargo, mientras el resto del continente caía en manos europea, Etiopía estaba sujeta al proyecto imperio-expansionista lanzado por el emperador Menelik II quien se propuso llevar adelante la modernización del Estado Etíope.
El emperador Menelik II abolió las organizaciones políticas particulares de cada pueblo y designó a gobernadores, en su mayoría líderes de guerra que participaron en la conquista de las provincias del sur. Sin embargo, dado que el emperador no había instituido un estricto control en las regiones, ni desarrollado medios modernos de comunicación para comprobar que se lleven adelante aquellos cambios, las familias de los jefes provinciales estaban en condiciones de resistir al proceso de centralización. Luego de la muerte de Menelik II y bajo el gobierno de su hija, la emperatriz Zäwditu, se reforzó el control de los diversos señores federales sobre sus provincias lo que hizo disminuir conflictos entre los jefes regionales y el Estado.
El heredero de la emperatriz Zäwditu, Ras Täfäri se convirtió rápidamente en líder cuyo poder había crecido constantemente. Ras Täfäri tenía planes para romper el poder de los jefes regionales a favor de la administración centralizada, mientras que la facción dirigida por la emperatriz Zäwditu intentó tomar un camino intermedio.
Como heredero al trono, Ras Täfäri trabajó duro para sentar las bases de su poder. El 2 de noviembre de 1930 fue coronado Emperador: el Emperador Haile Selassie. La centralización de la administración era una tarea clave que tenía dimensiones tanto políticas como fiscales, tal como lo muestra Berhe (2008), para tener éxito en su política tuvo que frenar el poder de los tres elementos conservadores tradicionales - la iglesia, la nobleza regional y los militares - que en el pasado había llevado al país al borde de la guerra civil, o incluso había destruido la entidad política como a principios del siglo XIX.
Al llegar al poder, sus objetivos principales fueron extender el poder del gobierno central a las provincias y erosionar sistemática el poder que la elite regional había logrado desde 1916 hasta 1935. La estrategia consistía en extender gradualmente el control central sobre la periferia a la par que debilitaba los canales desde la periferia hacia el centro, de esta manera limitaba el poder de los jefes hereditarios y robustecía el suyo.
Así nos adentramos al segundo elemento que tenemos que considerar para comprender los conflictos del presente: las tensiones producidas por la convivencia entre el Estado centralizado y los diversos grupos nacionales. Si bien Etiopia no fue colonizada y tampoco tuvo que atravesar por un proceso de independencia, el Estado-Nación que se erigió siguió los patrones importados desde occidente, o por lo menos esto fue lo que se intento hacer. La lógica del Estado, con su centralidad, su identidad nacional, sus instituciones y su verticalidad impactaron negativamente en las diversas identidades nacionales provocando recurrentes conflictos. Como sostiene Mengisteab (2007):
El estado etíope, que fue creado a través de conquistas expansionistas, tiene sus propias características particulares. El estado, al menos hasta mediados de la década de 1970, mantuvo en gran medida estrechos lazos políticos y culturales con las identidades (abisinias) que crearon el estado moderno a través de conquistas, relegando las identidades subyugadas a ciudadanos de segunda clase al marginarlos del poder político y la influencia cultural. (p.8)
La construcción del Estado de Etiopía, anterior a 1991, sostuvo el modelo de estado unitario centralista en que los grupos nacionales políticamente minoritarios iban a ser asimilados por la cultura políticamente dominante. De esta manera, en nombre de la centralización Haile Selassie limito el poder regional de los líderes hereditarios para concentrarlo en manos de funcionarios leales. Como sostiene García Moral (2017) “Entre unidad nacional o diversidad se escogió la primera, en un escenario en el que lo diverso se hallaba por doquier” (p. 239).
La experiencia atravesada por los Tigray es un testimonio de las dificultades y conflictos que tuvieron que enfrentar los diversos grupos durante la constitución del Estados central. Mientras el poder se concentraba en manos de Selassie el pueblo tigray había quedado desolado por las guerras contra los invasores extranjeros, por los conflictos locales y la sucesión de sequias y hambrunas. Los tigraianos tenían que emigrar a la antigua colonia italiana de Eritrea, a Addis Abeba o a otras ciudades de Etiopía en busca de trabajo, ya que las condiciones eran relativamente mejores allí.
El gobierno de Haile Selassie introduce en 1941 una nueva administración regional la cual subdivide las catorce provincias, en unos 100 condados (Awrajas) y 600 distritos, para frenar el poder de los antiguos jefes en sus provincias y en todo el Imperio. Esto le permitió a Selassie centralizar su autoridad colocando en su lugar a funcionarios leales a su gobierno, mayoritariamente ahmaras. En términos fiscales Selassie aumentó los impuestos a la producción agraria socavando, aun más, la condición económica del campesinado tigray, a la par que confiscaba tierras y recursos tigraiano que eran distribuidas a los jefes ahmaras. La triste imagen de los Tigray persistió durante décadas y su joven generación creció con sentimientos de desesperación, que contribuyó a rebeliones, motines, saqueo y rencores hacia el estado central que miraba para el costado o que contribuía a su ruina.
Desde su construcción el estado etíope convive permanentemente con los intereses y las fuerzas de diversos grupos nacionales. Las diversas identidades adquieren presencia y fuerza política mediante la movilización de gran parte de su población en defensa de sus intereses de grupo quienes junto a sus dirigentes locales luchan por el acceso al poder político, por la defensa de sus regiones y el control de sus recursos.
De esta manera, la diversidad nacional devino en multipartidismo y entró en conflicto con el modelo de Estado Nación unitario y centralizado. En este sentido Sánchez Porro (2016) afirma que:
La contradicción entre la dimensión nacional y las barreras étnicas dentro del espacio común del Estado se mantiene latente en las mentalidades tribales que no han logrado romper el hermetismo de grupo. Su estallido periódico mediante la exacerbación de lo que Amilcar Cabral llamaba “la agresividad racialista, tribal, étnica”, fue y es un factor político de primer orden en la desestabilización de un país dado. (p. 298)
Las tensiones producidas por la convivencia entre el Estado centralizado y los diversos pueblos caracterizan la historia y el presente de Etiopia. Aquellos intentos centralizadores que pasaron por alto las estructuras políticas regionales, las existentes leyes consuetudinarias (estableciendo una constitución general) y las diversas identidades nacionales intentando asimilarlas a una única identidad, condujeron a rebeliones entre las que se destaca el poderoso levantamiento campesino tigraino conocido como el Primer Woyane
Woyane
Las dificultades que sufrió el pueblo tigray son expresadas en una palabra del tigrigna: Woyane. Su etimología se rastrea en otras dos palabras: WOY que significa horrorizado y ANE que significa YO. Las dos palabras combinadas se traducen como “ESTOY HORRORIZADO”. El origen y el uso de la palabra woyane es aun bastante incierto, por un lado, Gebul Tarek (1984) sugiere que se tomo prestado de un juego en el que competían grupos de diversos pueblos y haría alusión al espíritu de resistencia y unidad. Por otro lado, son varios los autores que sugieren que originariamente se utilizaba para nombrar acontecimientos como hambrunas, guerras y otros episodios que atemorizaban al conjunto de la comunidad.
Fue en 1943 cuando el pueblo tigray se rebeló contra el gobierno de Selasse, mediante un poderoso levantamiento que en pocos meses sacudió al gobierno hasta su medula, cuando Woyane tomará un nuevo significado. Aquel movimiento se nombró como Woyane, siguiendo a Berhe (2001) ahora pasara a expresar “rebelarse contra una autoridad” (p.47). Este término es una ideología reconocida por la mayoría de los tigraianos, se utiliza para expresar o referirse a una rebelión o revolución contra la entidad estatal.
Primer Woyane
Tres años después de la expulsión de los italianos de la región Tigray, en 1943, estalló la primera rebelión Woyane. fue un levantamiento campesino espontaneo, localizado y con objetivo limitados pero que puso en duda la permanencia del emperador en el poder.
El movimiento de oposición a las medidas centralizadoras fue dirigido y motivado por los jefes hereditarios tigraianos, pero compuesto de forma masiva por campesinos. Los lemas del primer Woyanne giraban en torno a cuatro proclamas: la autoadministración autónoma bajo bandera; la administración por las leyes consuetudinarias de Tigray; designación de los propios líderes; objeción al pago de impuestos excesivos. Pero la desorganización de las capas dominantes y la subsiguiente deserción de una parte de la clase terrateniente aumentó la capacidad de acción colectiva de los campesinos.
La multiplicidad de objetivos corresponde a los diversos intereses de los participantes, por un lado, la elite gobernante que buscaba recuperar el control político sobre la región y por el otro, los campesinos que buscaban ponerle fin a las demandas excesivas del gobierno etíope, los impuestos a sus cosechas, la apropiación de tierras y la obligación de alistarse en las milicias.
La convergencia de estas fuerzas hizo posible el primer Woyane, una resistencia abierta en todo el sur y este de la región Tigray contra el gobierno de Selassie. A lo largo de algunas ciudades, incluyendo Mekelle, se formaron inmediatamente asambleas locales que enviaron representantes a un congreso central para elegir el liderazgo y establecer el sistema de mando militar. Pero esta heterogeneidad de grupos hizo que la revuelta carezca de un conjunto coherente de objetivos y de un programa específico para la acción social.
Los rebeldes no atacaron ni la legitimidad de la monarquía ni las bases ideológicas de la aristocracia etíope. La rebelión duro unos diez meses, los rebeldes tigray tomaron algunas ciudades y tuvieron una serie de victorias en septiembre de 1943 contra las fuerzas del gobierno, pero, si bien lograron sacudir al gobierno de Haile Sellasie, fueron derrotados cuando el gobierno imperial recurrió al bombardeo aéreo utilizando la colaboración de la Fuerza Aérea británica.
Pero eso no fue todo, la gente de esa región también se vio obligada a pagar grandes sumas de dinero y sus tierras fueron confiscadas y distribuidas a funcionarios estatales, a la elite ahamara, a jefes y terratenientes tigraianos leales al gobierno. Como castigo y disuasión contra futuras revueltas se impuso un nuevo sistema de impuestos que les costó a los campesinos cinco veces más de lo que habían pagado bajo los italianos.
Si bien el Woyane fracasó, no se eliminaron las raíces sociales de la protesta social. El conflicto entre fuerzas centrifugas y centralizadoras disminuyó, pero estuvo lejos de sofocarse, más bien, su desafío al régimen imperial continuó de una manera diferente y bajo un liderazgo diferente en el que los intelectuales reemplazaron el papel principal de los jefes hereditarios y los campesinos. El primer Woyane funcionó como un símbolo del deseo constante de lucha armada, el recuerdo del bombardeo a Mekelle por parte de la Royal Air Force británica en nombre del Emperador, permaneció inolvidables en la mente del pueblo tigrayano. (Atsbha, 2012).
El resentimiento y la amargura contra el emperador continuaron hirviendo a fuego lento, sin embargo, la forma de oposición en la provincia no tenía carácter manifiesto. Fue en la década de 1960 cuando los intelectuales de tigray comenzaron a desempeñar un papel fundamental en la agitación de la oposición política de masas en la provincia respectiva. Desde las universidades explotaron de manera efectiva todas las oportunidades para enviar ideas revolucionarias a su comunidad, prepararon varios panfletos políticos y los repartieron entre varios estudiantes de secundaria y primaria.
A pesar de la estricta supervisión de varias fuerzas de seguridad, hicieron todo lo posible para movilizar a las masas a la lucha armada: actividades políticas legales e ilegales, huelgas y rebeliones esporádicas, diversos métodos que desafiaban al régimen represivo. Como el estado en los años siguientes, persiguió y reprimió a los tigray con el objetivo de sofocar cualquier intento de rebelión, la ira y la frustración de la población aumentó. De la Asociación de Estudiantes de la Universidad de Tigray surgió la Organización izquierdista Nacional de Tigray (TNO) en 1974, que más tarde se convirtió en el trampolín del Frente Popular de Liberación de Tigray (TPLF), grupo guerrillero que se convirtió en partido en febrero de 1975 y que movilizará a las masas para un segundo Woyane.
En resumen, el intento de centralizar el poder sin tener en cuenta las existentes leyes consuetudinarias, estableciendo una constitución general, instaurando nuevas estructuras políticas que desplazaban a las elites regionales, llevaron a muchas rebeliones en Etiopia que enfrentó a las fuerzas regionales y a las fuerzas del Estado central. Entre estas rebeliones destaca el poderoso levantamiento campesino tigraino conocido como el Woyane.
Segundo Woyane
El movimiento por el derecho de autodeterminación liderado por el TPLF se inicio en las colinas de Tigray occidental. El origen de este movimiento no fue espontaneo ni obra de algunos pocos miembros de las elites descontentos. Existieron múltiples factores que alimentaron el nacionalismo y la autodeterminación del pueblo Tigray. Algunos de ellos emergieron de los procesos históricos de más larga data antes mencionados que suscitaron el fortalecimiento de su identidad nacional así como las tensiones con el Estado-Nación; otros surgieron de la propia coyuntura políticas de mediados del siglo XX, las medidas tomadas por el poder central en los últimos años de Haile Selassie terminaron en hambre, pobreza y represión. La situación fue contestada con una serie de movimientos armados por parte de los diversos pueblos, llevados adelante en diferentes regionales, uno de los más destacado fue el segundo Woyan Tigray.
En febrero de 1974 un estallido revolucionario trajo un cambio rotundo en el gobierno. Casi sin resistencia el Emperador fue derrocado y toda la estructura monárquica colapsó. Pero solo para ser reemplazado por un dictador militar. El Consejo Administrativo Militar Provisional, más conocido como Derg o Dergue en amárico, puso al Emperador bajo arresto y tomó el poder instalando un gobierno militar que tuvo al marxismo como su ideología principal. Pero su camino al poder y la construcción de su legitimidad terminaron siendo brutal en su trato con el pueblo etíope. En particular frente a los que aspiraban a la libre determinación. Uno de los grupos nacionalistas que encabezó la revuelta contra el régimen militar de 1975 a 1991 fue el Frente de Liberación Popular Tigray (TPLF).
El TPLF comenzó su lucha en febrero de 1975 para asegurar la autodeterminación de la región Tigray dentro de la política etíope. Berhe (2018) muestra que su accionar comenzó como un hibrido ideológico que mezclaba el etnonacionalismo con el marxismo: La etnicidad fue el principal factor de movilización del pueblo de Tigray, mientras que el marximo sirvió como una herramienta ideológica de organización política, así como para atraer a otras clases sociales oprimidas. (p.3). Al comienzo del movimiento insurgente la idea nacional se entendía como autodeterminación, como autonomía o autogobierno para la región. Más tarde la autodeterminación pasó a significar la secesión del estado nación etíope, con el objetivo de establecer una República Independiente de Tigray.
En 1978 se proclamó el abandono de opción secesionista y comenzó su oposición al gobierno del Derg y su lucha por el poder político. Dada la fluidez de los diversos enfoques que agrupó en su seno el TPLF se proporcionó una base teórica ecléctica que integró la estrategia de autodeterminación con la lucha de clases. Durante los 70 la lucha del TPLF se destaca por disputar las diversas estructuras de poder, la lucha por la autodeterminación se entrecruzaba con la clase e inclusive con el género. Los militantes y activistas jóvenes tigray que surgían entre las filas de estudiantes universitarios comenzaron a convocar a otros sectores sociales, muchos más amplios y con distintas motivaciones.
El uso de la violencia por parte de las fuerzas gubernamentales, desató un gran movimiento popular que se encolumnó detrás de los esfuerzos del TPLF, un partido que desafiaba directa y abiertamente al gobierno. Su estructura organizativa llegaba hasta el interior de las comunidades, convirtiéndose en un gran partido de masas. Reconocía que en la lucha nacional ningún grupo social debía ser ignorado y se esperaba que cada uno contribuya en la lucha. A medida que la guerra se intensificaba y sus efectos eran cada vez más devastadores sobre la población, el TPLF recibía cada vez a más personas dispuesta a sumarse a su lucha.
A la par, cuando el Derg lanzo el llamado “Terror Rojo” en noviembre de 1977, movimiento que apuntó contra todo aquel que se opusiera a su gobierno, atentó contra la libertad de muchas mujeres activistas que durante los 70 habían comenzado a participar en los movimientos de mujeres al interior de la universidad. Muchas mujeres vieron al TPLF como un espacio donde poder llevar adelante su lucha por la emancipación.
Si bien la tigraiana es una población tradicional profundamente marcada por el cristianismo ortodoxo, el TPLF considero necesario ampliar su movimiento mediante el ingreso de las mujeres a la lucha militar. Como muestra Indrawatie Biseswar (2011):
“el partido sostuvo que la participación activa de las mujeres en la revolución era un signo de su emancipación. Esta es la razón por la cual las mujeres fueron reclutadas activamente como combatientes y comandates. En ese momento, el TPLF también había respaldado la formación de una organización separada de mujeres Tigray, la Asociación de Mujeres Luchadoras de Tigray, siempre que las metas revolucionaras permanecieran claras” (p.120).
Las mujeres desempeñaron un papel importante en la lucha armada contra el régimen de Derg, las combatientes constituían un tercio de todos los combatientes en el TPLF, que contaba con unas 4000 mujeres. Muchas de ellas participaron activamente en la guerrilla, mientras que otras cumplían con los trabajos de cocina, abastecimiento de agua y leña. La participación de las mujeres también fue un medio para facilitar el compromiso de toda la familia y la comunidad en la lucha contra el gobierno. Por otro lado como sostiene Berhe (2008) la presencia de los cuadros femeninos aumentó la confianza de las mujeres en la comunidad y la comunicación entre el pueblo y el TPLF. (p.292).
Si bien las mujeres tuvieron una importante participación dentro del TPLF nunca fueron tratadas como un socio igualitario, la organización seguía siendo profundamente jerárquica dominada y dirigida por varones. Las motivaciones propias de las mujeres nunca fueron consideradas un objetivo importante dentro de la lucha del TPLF. Aun así, con el fin del gobierno del Derg y el comienzo de la democracia en 1991 se obtendrían importantes avances para las mujeres, como el aumento del número de mujeres en puestos de liderazgos. Aquellas que pudieron ocupar cargos gubernamentales eran mayoritariamente leales al TPLF.
En 1991 después de librar una guerra prolongada de dieciséis años, el TPLF finalmente logró conquistar el poder de estado etíope y establecer una democracia con la constitución de 1994 que establecía un federalismo étnico. Una vez en el poder el TPLF buscó hacer alianzas con los demás grupos y se enviaron invitaciones a varias organizaciones étnicas con el objetivo de ratificar la Carta redactada por el TPLF y el OLF (Frente de Liberación Oromo).
Con 20 organizaciones etnonacionalistas presentes se redactó la nueva constitución que ratificó el establecimiento de consejos locales y regionales, así como el derecho de las naciones y pueblos de Etiopía a la 'autodeterminación de la independencia'. Sobre esta base se formó un gobierno estructurado a partir de los plurinacional. Se estableció un nuevo tipo de sistema autoritario con la etnicidad como piedra angular de las instituciones estatales y se estableció la gobernanza en lugar de las antiguas instituciones multiétnica (Berhe; 2008, p.337).
Con la toma del poder por fuerzas etnonacionalistas, se podría suponer que los conflictos etíopes posteriores a 1991 tendrían más posibilidades de resolverse y que las antiguas tensiones entre grupos étnicos y estatalidad desaparecerían. Sin embargo, las controversias siguen, los conflictos étnicos no se han terminado, si bien adquieren nuevas formas, siguen presentes en Etiopia. Luego del establecimiento de la democracia el Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (EPRDF) fue la coalición política que agrupó a diversos grupos etnonacionalistas y tuvo el poder gubernamental.
Pero rápidamente surgieron las controversias entre el OLF y el TLPF, los oromos y otros grupos étnicos al interior de la coalición que desafiaron al poder del frente tigray. Si bien el EPRDF articuló una nueva idea del Estado-Nación sobre los principios del federalismo étnico, los conflictos entre diversos grupos aún están presentes en Etiopía y actualmente han emergido con un nivel de violencia que pareciera no tener precedentes.
Del federalismo étnico al genocidio tigray
“Nada puede detener a alguien que se rebeló en su corazón”
(Bilebu zishefete memlesi yebilun)1
El Frente de Liberación Popular era el partido dominante en la coalición que gobernaba Etiopia pero el ascenso del Primer Ministro Abiy Ahmed en el 2018 determinó un cambio en el poder como respuesta a la insatisfacción que sentía parte de la población etíope y ciertos grupos etnonacionalistas a las medidas del gobierno del EPRDF: el rechazo a la represión política, la preocupación sobre el acceso a los recursos y la percepción que la minoría Tigray estaba teniendo un desmesurado poder político.
Abiy Ahmed fusionó la coalición EPRDF con un nuevo Partido de la Prosperidad, esto significó una amenaza para el TPLF que los llevo a mostrar una clara oposición a su creación alegando que era visto como un medio para cambiar a Etiopia de un Estado Federal a un Estado unitario. Otra de las medidas que inquietó a los Tigray fue el “pacto de paz” realizado entre Abiy y el presidente de Eritrea Isaias Afewerki. La región Tigray, vecina de Eritrea, ha tenido históricamente tensiones y fuertes conflictos fronterizos por la disputa de esos territorios. Este acuerdo fue el mismo que llevo a que Abiy Ahmed sea elegido como el ganador del premio Nobel de la Paz.
El acuerdo de paz fue leído por los tigraianos como parte de un plan entre los dos países para invadir la región y destruir a los líderes del gobierno electo de Tigray, es decir, a la fuerza política del TPLF. Hay que tener en cuenta que la región Tigray es una zona de gran interés por sus recursos: tierras fértil y agua para el desarrollo de actividades agroganaderas, infraestructuras y por su importancia geopolítica al ser una zona fronteriza con Eritrea y Sudan, por eso era razonable pensar que tanto el estado etíope como Eritrea intenten controlar este territorio.
Meses después quedó demostrado que las lecturas que hacia el TPLF no eran erróneas, las fuerzas eritreas comenzaron a ocupar la región Tigray desencadenando toda una serie de abusos contra su pueblo, incluida la destrucción de infraestructura, ejecuciones extrajudiciales y masivas de civiles, saqueo de bienes y suministros, violación sistemática de mujeres y niñas. Además, las tropas eritreas contribuyeron significativamente a la hambruna que se desarrollaba en Tigray al incendiar tierras de cultivo, destruir herramientas agrícolas y sistemas de riego y sacrificar ganado en un intento de matar de hambre a la gente de Tigray.
Desde las elecciones del 2020 las tensiones aumentaron, en septiembre Tigray celebró elecciones regionales y a pesar de que habían sido pospuestas por el gobierno federal a causa de la pandemia, el gobierno de Abiy no reconoció la legitimidad de las mismas, cortó relaciones, congeló los presupuestos y acusó al TPLF de incitar a la violencia. Para noviembre Abiy anunció operaciones militares en Tigray y luego de un ataque de las fuerzas del TPLF a una base militar de la región, el gobierno etíope designó al partido como un grupo terrorista desplegando una ofensiva militar en la región Tigray contra sus pobladores.
La guerra genocida enfrenta, por un lado, a las fuerzas federales, incluidos militares de Etiopia y Eritrea, fuerzas paramilitares de estados regionales de Etiopia y una milicia informal convocada por el Primer Ministro entre la sociedad etíope, integrada en su mayoría por Ahmara. Contra una fuerza regional compuesta por ex soldados y miembros de las fuerzas armadas de Etiopia pertenecientes al TPLF, fuerzas de seguridad y milicias civiles tigray. (Ploch Blanchard; 2021. p.1).
“Un gran número de tropas rodeó a Tigray apoyadas por helicópteros artillados, artillería y bombardeos aéreos. En unos pocos días, crearon un infierno y mataron a decenas de miles de civiles inocentes. Para empeorar las cosas, la guerra se declaró exactamente en el momento de la cosecha, cuando los agricultores se preparaban para obtener los resultados de su arduo trabajo durante la temporada agrícola.” (Aman; 2020)
En la mayoría de los medios occidentales y medios oficiales de Etiopia se puede encontrar el abordaje de la situación actual desde dos miradas: una que abala la política genocida de Abiy por considerarla necesaria para combatir al grupo de rebeldes tigray; y otra que recopila los abusos cometidos por el gobierno, las masacres, las violaciones de mujeres, el empobrecimiento de la población. Es muy poco lo que se puede encontrar acerca de la defensa de los tigray y de la lucha que están llevando adelante. Si bien es imprescindible visibilizar la violencia y los padecimientos que sufre hoy el pueblo tigraiano, considero que es necesario abandonar el carácter pasivo que se le asigna para reconocer su activa resistencia.
A medida que las intenciones genocidas de las fuerzas invasoras se hicieron evidentes en la destrucción generalizada y las masacres cometidas contra los civiles de Tigray, surgió la Fuerza de Defensa de Tigray (TDF) como un ejército del pueblo. Además de las fuerzas entrenadas de Tigray, todos los que pudieron unirse lo hicieron, desde estudiantes secundarios hasta universitarios, profesores, dueños de negocios y sobrevivientes de la violencia, como una cuestión de supervivencia.
En el momento de su establecimiento, las TDF no contaba con el armamento suficiente como para hacerle frente a las unidades mecanizadas, misiles, artillería y drones abastecido por los Emiratos Árabes Unidos a las tropas federales. A pesar de las pérdidas tempranas, las TDF pudieron reagruparse, impulsadas por el apoyo inquebrantable de la gente de Tigray. Una gran cantidad de tigraianos y tigraianas se han sumado a la lucha, haciendo de ella una resistencia contra todos los agresores, lo que permitió una rápida recuperación y reestructuración de las TDF, que permitió contraatacar.
“En cuestión de semanas, el TDF expulsó a las fuerzas especiales y milicias de ENDF, EDF y Amhara de la mayor parte de Tigray, incluida toda la región sur de Tigray anexada por los expansionistas de Amhara al comienzo de la guerra genocida. Sin embargo, gran parte del Tigray occidental todavía está bajo el control de las fuerzas de Amhara apoyadas por las fuerzas de Etiopía y Eritrea” (Aman; 2020)
El gobierno contestó con masacres, violencia sexual, ejecuciones tortuosas, apagón de electricidad y telecomunicaciones . Los bancos no han funcionado y la ayuda humanitaria se ha restringido a la región. El sistema de salud se ha derrumbado debido a la destrucción y el saqueo sistemáticos de las instalaciones por parte del ejército etíope, las tropas eritreas y la milicia amhara. Los más de 5 millones de residentes de Tigray han estado sufriendo en condiciones inhabitables durante el último año, y los tigraianos en todo el resto del país han sido objeto de desapariciones forzadas, arrestos masivos y hostigamiento debido a su origen étnico.
La violencia sexual se generalizó, las fuerzas alineadas al gobierno etíope han sometido a cientos de mujeres y niñas a la violencia. Las violaciones constituyen un crimen de guerra utilizado con la intención de aterrorizar y humillar a las víctimas y a todo un pueblo. Al respecto es Rita Segato quien nos brinda herramientas para explicar esta relación entre la humillación del cuerpo de las mujeres y la apropiación y poder ejercido sobre un territorio. En su libro La guerra contra las Mujeres (2016) considera que ha habido un cambio en el paradigma territorial al considerar que el territorio pasa a estar definido por una “red de cuerpos”, la territorialidad pasa a ser el propio cuerpo y la identidad en la que arraiga.
“el cuerpo inscrito como territorio y su afinidad con el biopoder es la forma última de control y completa la comprensión de la nueva territorialidad y sus demandas por lealtad y antagonismos ostensivos. Podría decirse que esta territorialidad es paraetnica. Esta nueva territorialidad no es otra cosa que el guion oculto y la precondición de las guerras no convencionales, las nuevas formas de la guerra: el poder actúa en este estadio directamente sobre el cuerpo y es por eso que, desde esta perspectiva, es posible decir que los cuerpos y su ambiente especial inmediato constituyen tanto el campo de batalla de los poderes en conflicto como el bastidor donde se cuelgan y exhiben las señas de su anexión”. (Segato, 2016, pp. 69-70)
Este nuevo paradigma territorial impacta en las acciones bélicas, la profanación a los cuerpos de las mujeres es un método utilizado en las guerras para expresar el poder y la conquista. Las violaciones masivas a mujeres son entendidas como un mensaje que les habla a los hombres y comunidades enemigas, como sostiene Segato “le confirma que su control sobre el territorio es total”. La violencia de género refleja la lucha territorial y el odio étnico a las poblaciones tigraianas. Así lo demuestra el testimonio de una de las mujeres violadas por las fuerzas federales: "Me empujó y dijo: 'Ustedes, los tigraianos, no tienen historia, no tienen cultura. Puedo hacer lo que quiera con ustedes y a nadie le importa'", dijo una mujer sobre su atacante ( Feleke; 2021).
Por otro lado, muy poco he podido encontrar acerca de la activa participación de las mujeres en las TDF, en la mayoría de las investigaciones y de las noticias que llegan sobre el genocidio, las mujeres solo son tenidas en cuenta en su condición de víctimas, pasando por alto su activismo, su compromiso social en las organizaciones comunitarias y su participación en las milicias Tigray. Aun así, son sus testimonios, las imágenes que se difunden de la guerra, su voz entrevistada en el canal del TPLF de youtube y en las redes sociales, las que evidencia la gran participación femenina en la lucha.
Movilizadas no solo por la defensa de su etnicidad y de su comunidad sino también motivada por la propia defensa de las mujeres, son muchas la que participan en las fuerzas tigray, inclusive accediendo a puesto de comandantas. La violencia sexual y de género lleva a que muchas mujeres no vean otra opción más que unirse a las milicias para defender y resistir el asedio de las fuerzas federales. Lo vemos en un video donde una niña de 16 años cansada de la violencia pide públicamente al TPLF que la deje participar en la Fuerza de Defensa de Tigray.
“Vine aquí porque vi a una chica como yo siendo violada. De hecho, quería ir al principio, pero me dijeron que era demasiado joven. Pero ahora que vi venir a mis compañeros vine aquí a luchar junto a ellos en lo que pueda. Me refiero a que los eritreos no mostraron moderación con nosotros porque éramos demasiado jóvenes. No me quedaré aquí porque soy demasiado joven tampoco”. (Twitter Woman of Tigray; 2021)
De esta manera se puede observar que la guerra genocida en Tigray se está librando en múltiples niveles: de la forma más directa, en masacres a civiles, violencia sexual a mujeres y niñas, bombardeos, destrucción de hospitales, pero también en la quema de cultivos, la expropiación de propiedades, el saqueo, el desplazamiento y la migración forzada. Dejando como resultado la peor crisis de hambruna en décadas. Además, el gobierno etíope ha restringido fuertemente los esfuerzos de las organizaciones humanitarias internacionales para aliviar el sufrimiento en Tigray. La gente en Tigray está muriendo debido a la falta de recursos básicos, como alimentos y medicinas, cada día que pasa la supervivencia se hace más difícil.
Antes estos ataques los combatientes tigray no tienen más opción que luchar por su supervivencia y la de su comunidad. El TDF, posee dos componentes importantes para lograr resistir: un conocimiento profundo del terreno geográfico y sociopolítico y una población movilizada en defensa de su identidad nacional, de su región y de la integridad de su comunidad. El TPLF/TDF cuenta con una gran cantidad de combatientes, así como oficiales y suboficiales capacitados profesionalmente, muchos de estos oficiales y suboficiales desertaron de las fuerzas federales antes de la guerra actual. (Michael Horton; 2021)
Los acontecimientos bélicos de estos últimos dos años en Etiopia nos vuelven al tema inicial: Cuanto más se intenta centralizar el poder, más emergen los antagonismos entre el Estado y los grupos etnonacionalistas. El gobierno de Abiy tiene como objetivo abandonar el Estado federal étnico e intentar centralizar el estado-Nacion. Awol Allo (2020) sostiene que:
“En el corazón de la guerra civil actual y de los trastornos políticos que sacudieron el país desde el ascenso al poder de Abiy, se encuentran dos visiones del futuro radicalmente opuestas y aparentemente irreconciliables. Por un lado, está la visión de Abiy de un Estado centralizado y unitario en el que el centro determina las políticas, económicas y culturales de la periferia. Por otro lado, está una visión representada por el TPLF, el campo opositor oromo y otras naciones y nacionalidades del sur del país, de una Etiopía en la que la autoridad política está constitucionalmente dividida entre el gobierno central y los gobiernos regionales autónomos encargados de determinar las políticas. fundamental para su futuro político, económico y cultural” (Awol Allo,2020)
Son estas diferencias ideológicas sobre la naturaleza y el carácter del estado etíope las que se convirtieron en una confrontación militar entre el TPLF y el régimen de Abiy en Addis Abeba. Desde que llegó al poder, Abiy habló con frecuencia de la gloria pasada de Etiopía y magnificó la grandeza de sus emperadores y príncipes. Describe al emperador Menelik II, el fundador del estado moderno etíope, como un “gran líder”. Durante una manifestación de apoyo organizada por sus partidarios, dijo a la audiencia: “No tengo ninguna duda de que Etiopía volverá a su antigua gloria nacional”. La principal base de apoyo de Abiy está ahora en la región de Amhara y principalmente entre la élite de Amhara (corazón de aquel estado construido por los emperadores) en Addis Abeba, que quiere desmantelar el sistema federal y recuperar el sistema unitario en nombre de la unidad nacional.
La confrontación entre el gobierno de Abiy y la nación tigray es considerada como el posible tercer Woyane. Nuevamente florecen los antagonismos entre las fuerzas del Estado Nación y las naciones etíopes. El acuerdo de paz entre Abiy e Isaias Afewerki tenía como objetivo lograr construir una identidad nacional etíope. Ambos entendían que el nacionalismo tigray transfronterizo funcionaba como una barrera para la creación de las identidades nacionales, para la seguridad nacional y la construcción de un estado fuerte. Para que su proyecto tenga éxito se debía abolir el arreglo federal etíope que protege y promueve las identidades grupales y llevar adelante el proyecto de asimilación para la construcción de la nación.
Este tercer Woyane es diferente a los otro dos, porque la principal motivación para alistarse a las fuerzas es la de sobrevivir. Las TDF están integradas por una fusión entre las fuerzas especiales del gobierno regional Tigray, soldados que han desertado de las Fuerzas Federales, milicias locales, miembros de partidos políticos de Tigray y un número importante de personas, mujeres, estudiantes, campesinos, que se alistan en el ejército para defender a su pueblo y sobrevivir a los múltiples ataques. Estas fuerzas nacieron, no de la organización y planificación, sino de la necesidad de resistir el avance de los Ejércitos Federales.
La participación del pueblo no persigue ningún objetivo de autodeterminación sino más bien la resistencia ante los ataques y el genocidio arremetido por Abiy. Incluso (como vimos más arribas) muchas de las mujeres que ingresan a las filas del TDF lo hacen para defender a otras mujeres de los ataques arremetidos sobre ellas, por lo que a diferencia de la segunda ola Woyane, ahora no luchan en cuadros diferentes al de los varones sino que combaten a la par.
Aun no estamos en condiciones de afirmar si se trata de una tercera ola Woyane si podemos decir, al igual que los anteriores, que esta movilizado por el rechazo a las medidas del Estado central. Hoy no hay un objetivo claro, sino que la lucha es resistencia pura, para sobrevivir, para defender sus regiones del avance de Eritrea y del gobierno etíope, para defender a su pueblo de la “limpieza de sangre” (como lo definen los propios tigraianos).
Conclusión
A modo de cierre podemos decir que la diversidad etnonacionalista es central en Etiopia al ser un elemento que atraviesa y marca su cultura, su configuración social, su economía, su política, la conciencia de cada uno de sus ciudadanos, e incluso las relaciones de dominación, género y clase. Observando las luchas y resistencias del pueblo Tigray podemos distinguir aquellos conflictos que afloran entre el Estado y los diversos grupos nacionales.
Una cuestión importante que impulsa muchos de estos conflictos es que la necesidad y la urgencia por constituir un Estado-Nación al estilo occidental proviene no solo de una ideología política o un proyecto de Estado sino también de las presiones que llegan desde afuera. Son las grandes potencias mundiales quienes determinan la aplicación de ese modelo. Lo podemos ver en las exigencias del FMI, o en la intervención militar de países como Estados Unidos en aquellos territorios en que ese modelo de Estado o democracia no se aplican. También lo exigen los propios países africanos donde las multiplicidades de grupos transnacionales implican un obstáculo para lograr eregir y sostener un Estado Nación, así como para mantener la seguridad nacional. Es por esto que se apunta a lograr la identificación de la población con una identidad nacional dentro de los límites de cada estado.
El proyecto centralizador ha generado múltiples conflictos dentro de Etiopía. En la era imperial tuvo que afrontar diversos conflictos regionales, entre ellos el Primer Woyane. El intento de Selassie fracasó cuando el Derg tomó el poder en 1974. Este último vio al Estado nuevamente fracturarse cuando recurrió a programas masivos de militarización que fueron contestados con 16 años ininterrumpidos de la segunda ola Woyane.
La nueva Constitución y las políticas del EPRDF parecía marcar el fin de las grandes controversias, pero su economía altamente monopolizada y administrada centralmente, así como la preeminencia y la hegemonía del TPLF dentro de la coalición gobernante demostraron acercarse bastante a los proyectos de centralización anteriores. Por último, los intentos de Abiy por lograr construir una identidad nacional que asimile a los diversos grupos y un estado central fuerte que pueda instaurar una democracia tambalea ante el posible tercer Woyane Tigray.
Resultan evidentes las tensiones y los problemas que emergen al interior del Estado Etíope entre las diversas identidades nacionales y el estado centralizado que las alberga. Queda por ver si surgen alternativas posibles que permitan integrar y vincular al Estado-Nación con los intereses y defensas de los diversos grupos nacionales.
Referencias
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1 Dicho etiópe – tigrayano Cuando se dice que uno tiene rebelado de corazón', uno está a punto de ir a la guerra para lograr un objetivo determinado. En BERHE, A. (2008).
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